Uno de los aspectos que con frecuencia nos encontramos en terapia es ayudar a las personas a superar todos aquellos imprevistos más o menos dolorosos que van minando la energía y la fuerza de voluntad para ver la vida con optimismo. Muchas de las demandas terapéuticas se producen por situaciones concretas que han generado un profundo dolor al paciente, especialmente pérdidas y duelos (fallecimientos, rupturas de pareja, despidos laborales).

Como humanos estamos diseñados para tener apego a lo que nos rodea, desde personas queridas hasta incluso objetos, forma parte de nuestra biología realizar conexiones y nos resulta difícil asumir cualquier pérdida.

Igualmente existen otro tipo de decepciones relacionadas con no conseguir nuestros objetivos, el sentirnos traicionados por otros, basadas en la idea de expectativas generadas que luego no se cumplen. Estas dos variables suelen ser las más relevantes en las decepciones: expectativas y pérdida. Evidentemente las pérdidas son impredecibles y en muchos casos irremediables ya que los seres humanos falleceremos tarde o temprano, aunque esto sea muy doloroso.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telemática (10 noviembre 2021). Audio cortesía de Javier Chamorro.

¿Cómo podemos entrenarnos en asumirlas?

El núcleo principal de nuestro enfoque en la terapia sería principalmente asumir de alguna manera que vivimos en una roca voladora que se desplaza a cientos de miles de kilómetros por hora por el universo. Esta realidad, en un cerebro diseñado para ver una realidad coherente e impredecible, es la que es y tenemos que aprender a convivir con ello. Lo impredecible y lo caótico nos genera ansiedad, nuestros sistemas de alerta y recompensa han evolucionado con la necesidad de predecir. La incertidumbre nos suele generar ansiedad y malestar.

Las supersticiones de cualquier tipo son un buen ejemplo de esto, hacemos correlaciones causa-consecuencia que en realidad no existen (por ejemplo mala suerte con romper un espejo). Tenemos que trabajar el concepto de que podemos controlar sólo dos cosas: lo que hacemos y un poco lo que pensamos. Todo lo demás escapa absolutamente de nuestro control y cuanto más nos entrenemos en asumir lo impredecible de la realidad, menos sufriremos y disfrutaremos la vida de manera más plena.

Pautas para manejar la incertidumbre y las decepciones asociadas

El primer paso sería la psicoeducación: tenemos unos mecanismos neurobiológicos no demasiado actualizados. Nuestro sistema operativo funciona como si estuviéramos hace miles de años, pero saber esto no nos enseña estrategias efectivas de autorregulación emocional ante decepciones.

Una buena base sería el estoicismo, con su mantra principal «no son las cosas que nos rodean las que nos generan malestar sino nuestra interpretación de las mismas”. Nuestras reacciones emocionales son muchas veces automáticas e incontrolables, pero sí que tenemos poder en moldear el sentimiento o nuestra interpretación racional que hacemos de la emoción. Esto se haría primero teniendo un nivel de activación fisiológico o basal no muy elevado (dormir bien, hacer deporte, rodearnos de gente no tóxica, controlar nuestra respiración y evitar generar tensión física innecesaria) para que no se produzca un pico fuerte emocional que aumente la irracionalidad y el pensamiento blanco o negro.

A continuación se trabajaría en moldear esa creencia irracional a algo más racional, algo como pasar de «esto debería ser así» a «me gustaría que fuera así». No se pretende que todo nos dé absolutamente igual (aquí también depende del grado de sensibilidad de cada uno), sino asumir que no tiene mucho sentido preocuparse por aquello que escapa de nuestro control y centrarnos en trabajar y mejorar en lo que sí tenemos poder directo de cambio.

Distinguir lo controlable y lo incontrolable es la clave

A partir de esa distinción, que no parece fácil, ¿qué trabajo tenemos que hacer? Aquí depende mucho de la persona, su biografía, sistema de creencias…

Estamos observando una corriente social que utiliza el estoicismo como algo individualista de «yo contra el mundo», con la analogía de un lobo solitario que tiene luchar contra todo su entorno y sobreponerse a un mundo peligroso. Pero, en realidad, el estoicismo es todo lo contrario, asume el azar de la vida pero como humanos superaremos mejor el dolor en comunidad y colaboración con el otro, no compitiendo de manera absurda.

Somos animales gregarios, colaborando y ayudando o dejándonos ayudar es como conseguimos nuestros objetivos. Plantearse una competición sana es mejor pero nunca viendo a todo y todos lo que tenemos alrededor como hostiles y peligrosos.

Creo sinceramente que la vida merece la pena vivirla aún a riesgo de que no se cumplan nuestras expectativas ya que esto es un proceso de aprendizaje vital que no es malo. Lo que queremos en definitiva, con las personas en terapia, es que se centren en trabajar y cambiar en lo que tengan poder y no malgastar sus energías en todo lo otro que tira para el pensamiento mágico y la utopía.

Referencias:

  • Martin, S. (2016). ‘How can you be strong all the time?’ Discourses of stoicism in the first counselling session of young male clients. Counselling and Psychotherapy Research16(2), 100-108.
  • Robertson, D. (2018). The philosophy of cognitive-behavioral therapy (CBT): Stoic philosophy as rational and cognitive psychotherapy.