Podríamos entender la motivación como aquella fuerza que nos impulsa a realizar cualquier tipo de acción, grande o pequeña, que nos lleve a conseguir objetivos determinados o simplemente tareas rutinarias que todos tenemos que llevar a cabo en el día a día. Como todo lo relacionado con la psicología y el cerebro, en la motivación entran gran cantidad de capacidades cognitivas y de autorregulación emocional. Por ejemplo, creo que la idea de la fuerza de voluntad como ingrediente mágico está muchas veces sobrevalorada. Por supuesto que es importante querer o tener intención de hacer algo, pero solo con esto no sirve, sobre todo si nos estamos enfrentando a tareas o proyectos complejos. Esto se resumiría en algo como «querer casi nunca es poder».
El ser humano vive de ilusiones y expectativas, y esto no es malo en sí, pero el pensamiento mágico o las creencias de que nos pasarán cosas buenas solamente porque lo deseemos muy fuerte también pueden ser tan dañinos como un pesimismo exacerbado.
Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telefónica (24 noviembre 2021). Audio cortesía de Javier Chamorro.
Encontrar un buen método de motivación
Una idea que lo ilustra muy bien sería el denominado sistema de recompensa de nuestro cerebro que dirige nuestra conducta en función de mecanismos de evolución adaptados a la supervivencia del entorno.
El experimento clásico que enseña cómo funciona este sistema de recompensa sería uno realizado ya en los años 50, poniendo un electrodo que estimulaba lo que se consideraba (y hoy en día sigue de vital importancia su estudio) el centro de recompensa cerebral, el núcleo accumbens. Lo que vieron en el experimento es que al dar la oportunidad a la rata de pulsar una palanca que excitaba esa zona con el electrodo, lo hacía sin parar, acabando exhausta y olvidándose de beber y de comer.
De aquella se pensó que esto sucedía porque el placer que generaba ese electrodo era el núcleo hedónico de la recompensa, pero aquí quisiera hacer una aclaración realmente importante: lo que se vio poco después, a grandes rasgos, es que lo que se generaba era la expectativa de la recompensa que se pudiera recibir (la que fuera), no el placer intrínseco en sí. Evidentemente también recibimos refuerzo inmediato por cosas placenteras, pero quisiera desmontar el paradigma que parece ir extendiéndose, de los «chutes de dopamina» para sentir placer cuando la realidad de los neurotransmisores es muchísimo más complicada.
Dirigir este sistema de recompensa
La clave es la idea de que primero tenemos que entrenarnos en el refuerzo moderado y a largo plazo para conseguir las metas que nos planteemos. No todo puede estar gratificado ni tenemos por qué recibir una palmadita en la espalda constantemente por hacer bien las cosas, sino que es necesario realizar el normalmente costoso proceso de autorregulación emocional que requiere la motivación intrínseca.
No tiene porqué estar mal realizar cualquier acto por recibir una gratificación externa de otras personas, pero, si solamente vamos «hacia fuera», es decir, hacer cosas por el reconocimiento, es más probable que nos engañen, manipulen o elijamos un camino vital que no se ajuste a nuestro sistema de creencias y valores. Es clave el trabajo propio de buscar dentro de nosotros mismos lo que queremos y no las expectativas exteriores muchas veces generadas en base a mitos o información incompleta.
Encontrar la motivación intrínseca
Ojalá existiese una receta que se adaptase a todo el mundo por igual, pero aquí diría una palabra que se repite mucho en terapia: «depende». Cada persona tiene diferente educación, sistema de valores y sistemas de atención y memoria, con lo que hay que estudiar con mucha atención cada una de estas variables y hacer un perfil personalizado.
También es reseñable el componente madurativo y generacional, no es igual un cerebro adolescente que el de un adulto de mediana edad. Tenemos que hacer entrenamientos específicos y asumir la idea de que el aprendizaje no es un proceso lineal y que el error y la equivocación forma parte de dicho aprendizaje.
Rodearnos de gente que nos quiere de manera genuina y no de «vampiros emocionales», hacer deporte o una actividad que nos exija esfuerzo de manera rutinaria o un buen proceso terapéutico pueden ser algunas herramientas para alcanzar lo que estamos comentando. La búsqueda, en sí misma, de este objetivo vital es ya lo suficientemente satisfactoria como para obsesionarnos en la idea de la productividad permanente o que todo el mundo nos diga lo guapos y listos que somos. Es sin duda frustrante, pero considero que pocas cosas existen que merezcan la pena sin luchar por ello.
Referencias:
- Olds, J., &Milner, P. (2020). Positive reinforcement produced by electrical stimulation of Septal area and other regions of rat brain (pp. 51-66). University of California Press.
- Rheinberg, F., & Engeser, S. (2018). Intrinsic motivation and flow. In Motivation and action (pp. 579-622). Springer, Cham.