Hoy trataremos sobre algo que cualquier madre o padre implicado en la educación de sus hijos duda constantemente: ¿hasta qué punto hay que dejar que se frustren para darles herramientas para su futura vida adulta? Se nos suele explicar que sobreproteger a los hijos les generará problemas en el futuro, pero obviamente resulta doloroso ver a nuestros pequeños sufrir.

¿Cómo podemos lidiar con esta contradicción?

La gran mayoría de los estudios muestran que una educación que promueve la autonomía personal de los hijos es casi siempre beneficiosa. En cambio, una educación más controladora e invasiva correlaciona con la aparición de problemas psicológicos o de conducta.

Evidentemente, los humanos somos seres falibles y contradictorios, y los padres no tienen porqué sentirse culpables por no tener siempre el mismo patrón educativo con sus hijos. A nivel general, se ha visto como de gran importancia promover tres aspectos a cubrir en la vida de los hijos para una futura mayor estabilidad emocional: sentimientos de autonomía personal, alto grado de competencia ante las tareas y sentimientos de intimidad. Estas tres variables serían los requisitos principales de una educación basada en la autonomía personal que acabamos de comentar.

Llevando esos aspectos a lo concreto podemos recomendar pautas específicas para llevar a cabo este tipo de educación: principalmente, la idea sería tomar el marco de referencia del niño o niña, es decir, intentar escucharle como el ser autónomo e independiente que es y, en la medida de lo posible, no imponerle nuestra manera de ver el mundo. También dejarle un abanico de elecciones lo más amplio posible. Si su posibilidad de elección es rica y variada, es más probable que muestre más iniciativa por encontrar lo que le gusta más que constreñirle en un marco más cerrado. Asimismo, es muy importante fomentar su iniciativa y promover su exploración tanto física como emocional. Por último, es fundamental explicarles y justificarles, de manera racional y significativa, cuando tomamos medidas para restringir su capacidad de acción o elección, ya que decir que «no» también es una parte muy importante del proceso educativo. En el caso de los padres controladores, aparte de ser más intrusivos, tienden a usar estrategias de tipo más manipulativo como culparles por todo y avergonzarlos, sobre todo delante de otras personas.

https://youtu.be/IMeHnsJhk98

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telefónica (30 marzo 2022). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Promover una vida emocional estable

Para promover una vida emocional estable a nuestras hijas e hijos es importante que los padres también la tengan. Digamos que es casi imposible generar estrategias de autorregulación emocional a las personas de nuestro alrededor si nosotros mismos no estamos bien autorregulados. Los estudios muestran que si los progenitores se sienten bien conectados con su entorno, se sienten eficaces en cómo hacen sus quehaceres diarios y se sienten más libres para actuar en función de intereses y valores propios, tenderán a un estilo educativo que apoye más la autonomía.

Uno de los principales problemas de conducta que refiere todo padre o madre es de las rabietas. Rabietas que tienen mucho que ver con lo que se denominaría la tolerancia a la frustración, siendo ésta una emoción negativa relacionada con la decepción y la ira. El cómo respondemos antes estas muestras de rabia refuerza o anula los procesos de desarrollo emocional de nuestros hijos. Por poner un ejemplo, el intentar calmar de inmediato puede ser la táctica más adecuada para ayudar a un niño de un año, pero no para uno más mayor que ya tendría más herramientas cognitivas para reflexionar sobre su situación y reacciones. Eso sí, hay dejar claro que las estadísticas muestran que muchas veces las rabietas no dependen para nada de lo que estemos haciendo, es decir, no tiene por qué haber un adulto culpable.

Las rabietas, normalmente, suelen ir desapareciendo con la edad, y de todas las técnicas para no reforzarlas, las más efectivas de manera empírica serían las técnicas de distracción del pensamiento y reencuadre de la situación. Como ya he comentado, intentar consolar no siempre es efectivo, y el explicarle por qué está frustrado también funcionaría pero de manera más errática. Suele ser más efectivo reformular su reacción ante el hecho, no describir el hecho en sí.

Referencias:

  • Deichmann, F., & Ahnert, L. (2021). The terrible twos: How children cope with frustration and tantrums and the effect of maternal and paternal behaviors. Infancy, 26(3), 469-493.
  • Mabbe, E., Soenens, B., Vansteenkiste, M., van der Kaap-Deeder, J., & Mouratidis, A. (2018). Day-to-day variation in autonomy-supportive and psychologically controlling parenting: The role of parents’ daily experiences of need satisfaction and need frustration. Parenting, 18(2), 86-109.