Hemos reafirmado la importancia del apego y las experiencias desde la niñez a la hora de moldear nuestras relaciones adultas, especialmente las románticas, y ahora hablaremos sobre la pedagogía de las experiencias tempranas (primeros dos años de vida) y sobre qué evidencias científicas hay con respecto a estos años.

Hemos hablado del apego y del pensamiento reflectivo asociado; y también sobre los devastadores efectos que ha provocado el primer confinamiento duro de la pandemia en etapas tan importante del neurodesarrollo.

El cerebro tiene ventanas clave de aprendizaje, y si no se modulan y generan aprendizajes asociados a esas periodos concretos, será extremadamente difícil (por no decir imposible) revertir o solucionar los problemas asociados, por muy duro que suene decirlo. Como ejemplo concreto podemos poner el que cualquier profesional que trabaje en el ámbito de procesos de adopción de menores (con el seguimiento posterior) sabe identificar la “calidad” del cuidado que ha tenido el niño o la niña antes de ser entregado en un proceso de adopción. Específicamente, si en el orfanato o institución donde fue acogido, el menor ha estado el primer año de vida en una cuna mirando al techo sin ningún tipo de estimulación (más allá de ser cambiado o alimentado sin jugar o recibir afecto), lo más probable es que arrastre problemas conductuales y emocionales de por vida. De ahí lo que acabo de comentar de la pandemia y el aislamiento: se está viendo un aumento grave de casos de niñas y niños pequeños con retrasos madurativos al no haber sido estimulados convenientemente durante el primer encierro. Las graves consecuencias de esto todavía están por ver.

https://youtu.be/YGW8PVHxmOI

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telefónica (8 junio 2022). Audio cortesía de Jorge Martínez.

La “pedagogía negra”

Curiosamente, el paradigma de amor incondicional y estimular y querer al niño por encima de todo, choca con todo aquello de “la letra con sangre entra” y demás teorías educativas de nuestra infancia, en donde se espoleaba la dureza con los niños para que no fueran “blandos” y limitar las muestras de afecto a situaciones muy concretas; reverenciando la autoridad (normalmente un varón) por encima de todo. ¿Cómo podemos explicar esto?

Alice Miller, experta en el área, explica en un libro que aunque fue publicado hace 40 años responde perfectamente a esa pregunta. Ella denomina este paradigma como “pedagogía negra”, en donde en siglos anteriores imperaba la crueldad espiritual y un condicionamiento temprano basado en la violencia y el terror, con la idea de que ningún niño/a tendrá ningún recuerdo consciente de esa época, y que esto les ayudará a manejar su vida adulta de manera eficiente.

Evidentemente esto no es así y, aunque no es que sea mentira que racionalmente no nos acordemos de los dos primeros años de vida, las secuelas que dejan el abuso y maltrato continuado distan mucho de poder generar adultos bien regulados. Estos regímenes lo que provocan normalmente son personas con un miedo y desconfianza exacerbado hacia la autoridad, reprimiendo cualquier tipo de autorregulación emocional ya que no existe ningún tipo de autoridad con la que podamos desahogarnos con seguridad (sin miedo a más palizas).

Ya hemos comentado hace algunas semanas sobre el pensamiento reflectivo; los humanos somos animales que tenemos en el modelado e imitación la base de nuestro aprendizaje (con componentes innatos evidentemente), y si este reflejo no existe, difícilmente vamos a tener procesos de aprendizaje funcionales.

Problemas de conducta que genera la pedagogía negra

Alice Miller comenta, por ejemplo, que si no se deja expresar la rabia o frustración esto normalmente saldrá por otro lado. En el psicoanálisis clásico se le llamaba pulsión no sublimada, hoy en día hostilidad reprimida, pero de una manera u otra es que, dependiendo de las características innatas del menor, esta rabia siempre saldrá por algún lado, ya sea violencia, autolesión, problemas de salud etc.

Estas válvulas de escape generadas por la hostilidad reprimida tenderán a ser más graves además del grado de poder futuro que tenga esta persona, en donde la autora no solo menciona casos extremos como asesinos en serie con componentes sádicos (un caso extremo), sino también líderes políticos como Hitler.

Obviamente no podemos justificar a personas que realizan maldades por un simple “es que han sido niños maltratados”; es simplemente un aviso de las nefastas consecuencias que puede tener para el mundo el tener como paradigmas educativos los basados en el castigo y la violencia. Además, está comprobado científicamente que el cerebro siempre tenderá a aprender mejor en base al refuerzo, no al castigo. Este último puede ser útil sobre todo para eliminar ciertas conductas, pero tiene que ser utilizado con mucha mesura e inteligencia, porque si no lo que ocurrirá es que se nos volverá en nuestra contra.

Factores predictores que condicionan la conducta

Está comprobado que, de manera general, los humanos tenderemos a trivializar experiencias infantiles que hayamos vivido, aunque sean traumáticas y desagradables. Y si, como hemos comentado, desafortunadamente existe una estructura de personalidad narcisista o paranoide las probabilidades de que esta persona haga daño aumentan enormemente.

Recalcar que el coste económico y social de estas situaciones traumáticas es enorme. Recientemente ha salido un estudio en el que se decía que en Estados Unidos el coste del trastorno por estrés postraumático era de más de 230 mil millones de dólares; en un país además con un problema grave de salud mental con sus veteranos de guerra.

También, para terminar, otra situación que, como he nombrado al principio, se pueden encontrar los profesionales de los procesos de adopción y que sería el síndrome alcohólico fetal, en donde el consumo de alcohol en la gestación provoca graves problemas físicos y cognitivos, generalmente con una correlación directa entre pobreza y exclusión social y prevalencia del trastorno. Estos problemas también suelen ser arrastrados toda la vida, con poco margen de maniobra para que se puedan solucionar o paliar de alguna manera. En definitiva, desde que comienza la gestación hasta los primeros años de vida son los más sensibles a generar problemas irresolubles, con lo que se requiere del mayor cuidado, atención y afecto posible para dar una vida más plena posible a las futuras generaciones.

Referencias:

  • Davis, L. L., Schein, J., Cloutier, M., Gagnon-Sanschagrin, P., Maitland, J., Urganus, A., Guerin, A., Lefebvre, M.A., & Houle, C. R. (2022). The Economic Burden of Posttraumatic Stress Disorder in the United States From a Societal Perspective. The Journal of Clinical Psychiatry, 83(3), 40672.
  • Miller, A. (2020). Por tu propio bien. Tusquets.