Hemos comentado anteriormente sobre la motivación y la importancia de una buena autorregulación emocional en nuestra consecución de objetivos. En esta ocasión lo haremos sobre otros factores emocionales como son dos ideas que tienen especial importancia en la práctica clínica y en la productividad y el aprendizaje: la autocompasión y la rumiación.

Conceptos

La autocompasión es la postura adoptada con nosotros mismos de tipo benévolo y comprensiva, especialmente a partir de situaciones dolorosas o de fracaso. La rumiación mental hace referencia al dar vueltas una y otra vez a cualquier situación que nos preocupe, generándonos un bucle de refuerzo, ya que aunque tendamos a pensar que cuanto más reflexionemos un problema más tranquilos nos quedaremos, en realidad ocurre lo contrario en el sentido de que nunca nos quedaremos tranquilos. Es un ciclo bastante similar al de obsesión-compulsión: tenemos un pensamiento intrusivo y la compulsión realizada para aliviarla que acaba reforzando su aparición.

Todos tenemos ideas de autocompasión y rumiaciones que nos sirven para adaptarnos, en ocasiones, al entorno. La aparición de estas dos variables no tiene por qué ser negativa en sí, pero si ambos estados mentales traspasan un límite se consideraría patológico.

La autocompasión tendría el límite en dos puntos, uno donde si es demasiada puede llevar a la autocomplacencia (y por ende a cierta vagancia) mientras que muy poca provocaría un autocastigodemasiado elevado como para reforzarnos de manera eficiente ante cualquier reto. En el caso de la rumiación obviamente, si es en exceso, generará un bloqueo emocional evidente y se perderá demasiado tiempo revisando detalles nimios que nos distraerán de nuestra consecución de objetivos.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telefónica (25 mayo 2022). Audio cortesía de Jorge Martínez.

El estrés actual y la preocupación constante

Solemos observar en consulta, principalmente, a víctimas de una sociedad especialmente hipercompetitiva donde el valor del dinero o el poder prima por encima de todo, y se tiende a juzgar a las personas en función del estatus laboral y socioeconómico.

Como animales intrínsecamente sociales, somos especialmente eficientes en compararnos y en establecer jerarquías, con lo que la hiperconexión imperante tenderá a agravar este problema sabiendo, asimismo, que la mayoría de las empresas que controlan las redes sociales tienen especial interés en hacernos sentir mal o insatisfechos con nuestra vida para que la rueda del consumismo siga girando sin parar. Un ejemplo concreto lo observamos en una conocida web americana donde introduces los síntomas físicos que tienes para que esta te realice un diagnóstico en principio fiable y científico. Está probado que el sesgo de esa web será siempre hacia darte un diagnóstico lo más terrible posible para poder vender un servicio o tratamiento médico posteriormente.

Hay personas con factores predisponentes, especialmente vulnerables a este tipo de prácticas como mínimo dudosamente éticas, ya sea por factores genéticos (antecedentes familiares de trastorno obsesivo-compulsivo o depresión), eventos vitales negativos con la desesperación e indefensión asociada… El hecho de tener un dispositivo con información cuasi ilimitada a nuestro alcance no favorece a estos perfiles, con lo que tenemos que tener especial cuidado en cuidar y explicar ya desde que somos niños que mucha información que verán ahí es dudosa por no decir directamente falsa.

Consecuencias

La falta de autocompasión correlacionaría positivamente con la aparición de trastornos depresivos y la rumiación hacia lo obsesivo-compulsivo. Eso sí, hay que tener cuidado con ambas etiquetas, ya que una cosa es el uso coloquial que se le puede dar y otra sería un trastorno clínico, que podría requerir incluso de medicación.

Es importante intentar buscar soluciones cuando ambos problemas ocurren en un ámbito subclínico (molestan pero no dominan nuestro día a día), teniendo en cuenta los factores de riesgo mencionados anteriormente y sin tener ninguna vergüenza o reparo en pedir ayuda cuando la necesitemos. La rumiación excesiva también está asociada a la aparición de sintomatología depresiva, especialmente si sopesamos y damos vueltas a situaciones desagradables que ya han pasado (qué podríamos haber hecho) en vez de centrarnos en planificar como abordamos problemas futuros. Como ya hemos comentado alguna vez las emociones no son perniciosas en sí mismas, pero si estas dominan nuestro día a día acabarán generando sesgos nocivos que nos impedirán ver la realidad de forma racional.

Posibles soluciones

En algunos casos lo ideal sería pedir ayuda profesional competente, pero decir también que en ambos conceptos entra en juego la denominada metacognición o “pensar sobre cómo pensamos”, en el sentido de que por solamente una semana algo más dispersos no tendríamos que ponernos en modo catastrófico.

Lo importante es ver patrones (no es patológico estar con alto nivel de estrés en épocas de exámenes, por ejemplo), y si estos se producen de manera repetida o grave y, sobre todo, ante circunstancias que no tendrían que provocar tanto malestar, pues ahí tendríamos una pista para solicitar ayuda externa.

Habría que estar muy atentos a los factores de riesgo o predisponentes, que es lo que nos permitirá predecir inconvenientes mayores. Por ejemplo, como ocurre en el conocido síndrome del impostor, las mujeres jóvenes suelen tener más predisposición a entrar en procesos patológicos de rumiación y baja autocompasión, seguramente por la mayor presión social y estética a las que se ven sometidas. Esto es todavía más relevante en etapas de neurodesarrollo especialmente sensibles como es la adolescencia, donde existe una especial sensibilidad hacia el yo social y el juicio y las opiniones que el entorno haga de ellos; con lo que habría que tener especial cuidado y educar la importancia de la autorregulación emocional (por ellos y su entorno) para así evitar problemas mayores en el futuro.

Referencias:

  • Sirois, F. M. (2014). Procrastination and stress: Exploring the role of self-compassion. Self and Identity13(2), 128-145.
  • Pedersen, H., Grønnæss, I., Bendixen, M., Hagen, R., & Kennair, L. E. O. (2022). Metacognitions and brooding predict depressive symptoms in a community adolescent sample. BMC psychiatry, 22(1), 1-8.