Estamos a las puertas del verano, tiempo de vacaciones y descanso para la mayoría, un buen momento para pasar más tiempo disfrutando de las relaciones afectivas con las personas amadas. ¿Qué podemos hacer para disfrutarlo plenamente? Suele ser suficiente con cambiar de rutinas e intentar no pensar demasiado en las preocupaciones habituales. Las vacaciones son para relajarse pero para muchas personas traen un inconveniente: tienden a la búsqueda de la felicidad como si fuera una obligación lo que genera frustración si no se consigue.
León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (19 junio 2019). Audio cortesía de Javier Chamorro.
Sobrecargarnos durante las vacaciones
Este tiempo de descanso suele llenarse con viajes y todo tipo de actividades dando la impresión de que tememos estar sin “nada que hacer” aunque una práctica muy productiva en vacaciones es lo que llamamos “perder el tiempo” u holgazanear. En nuestra sociedad existe el culto a estar ocupados. Hay personas que se sienten culpables si consideran que pierden el tiempo, no hacen algo útil, y por ello no se dan permiso para disfrutar. Sin embargo, estar constantemente ocupado no necesariamente significa ser productivo, ni llenar todo nuestro tiempo libre con actividades hace necesariamente que le demos sentido y lo disfrutemos. Hay muchas formas de disfrutar: descansando o no haciendo nada, descubriendo rincones de la ciudad que no conocíamos, haciendo deporte, cuidando el jardín… incluso aburriéndose.
Perder el tiempo nos sirve para mitigar el estrés de las rutinas diarias y para cuidarse a uno mismo, nos hace ver con más claridad lo esencial y percibir lo que nos rodea desde otra perspectiva. Podemos dedicarnos a lo que nos gusta o no hacer nada sin la presión de un horario ni de nadie. Estar ocioso es un estado mental donde existe una libertad percibida de hacer lo que deseamos y una motivación y recompensa intrínseca para hacerlo (Neulinger, 1974).
¿Y, cuando se está de vacaciones solo?
Tememos a la soledad, pero ese temor tiene mucho que ver con que frecuentemente la asociamos con conceptos negativos en vez de verlo como oportunidad para aprender a conocerse y sentirse bien consigo mismo. La soledad nos permite reflexionar sin distracciones externas, aumentando nuestro autoconcepto de quiénes somos y lo que queremos hacer en el mundo.
Referencias:
- Cueto, M.A. (2014). Dolce far niente.
- Rodríguez-Suárez, J y Agulló-Tomás, E. Psicología social y ocio: una articulación necesaria. Psicothema,14(1) 124-133.