A lo largo de todos los años trabajando en terapia con mujeres que han sufrido maltrato y también con hombres maltratadores, nos hemos encontrado con infinidad de casos y situaciones de las que hemos hablado mucho en este programa. Ahora trataremos el tema de la prevención, es decir, cómo ayudar a chicas jóvenes que entran en la edad adulta a identificar potenciales maltratadores (depredadores), ya que muchas veces estos suelen buscar sus víctimas en personas más inexpertas a las que puedan engañar y manipular con facilidad.
Cualquier persona que trabaje con adolescentes ha visto como no es inusual que haya chicas que reciben mensajes más o menos explícitos de hombres mayores que ellas que quieran aprovecharse de su inexperiencia. Con las redes sociales el alcance de una persona que quiera hacer daño es mucho mayor que antaño.
Varios estudios indican que un tipo de perfil de personalidad de maltratadores tendría que ver con «tríada oscura», es decir, unos rasgos de personalidad que unidos harían una configuración de persona podríamos decir «problemáticos» y que no conviene estar cerca. Estos tres factores serían el narcisismo (deseo de atención, admiración, recibir favores y prestigio social), maquiavelismo (tendencia a manipular, engañar, alabar para explotar a los otros) y psicopatía (falta de remordimiento o preocupación por cuestiones morales, falta de sensibilidad hacia los sentimientos de otras personas).
Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telemática (29 septiembre 2021). Audio cortesía de Javier Chamorro.
Cómo reconocer a alguien que cumpla estas características
La evidencia científica nos dice que este tipo de personas suelen ser camaleónicas, es decir, suelen ser encantadoras socialmente y poseen una gran habilidad interpersonal para leer situaciones sociales y aprovecharse al máximo de ellas.
En los últimos años han salido en la prensa numerosos casos de hombres de alto estatus social, respetados personal o profesionalmente, que han resultado ser depredadores y que aprovechaban su alta jerarquía social para acceder más fácilmente a víctimas propicias. Una forma de detectarlo es un patrón de conducta hostil y resentida con el mundo. Por ejemplo, si alguien disfruta maltratando animales sería muy raro que esta persona, que aparentemente trata con cordialidad a las personas, quiera a su pareja. Esa vertiente violenta tiende a ocultarla para ser aceptado socialmente.
Perfil de riesgo en mujeres
Resultados empíricos muestran también que mujeres que han sufrido abuso en su infancia, muestran unas claves contextuales que son identificadas por el perfil de la «tríada oscura» comentado anteriormente.
Estas claves pueden ser muy sutiles y suelen pasar desapercibidas para la población general, pero los depredadores (especialmente lo más inteligentes) se entrenan con ahínco para identificar a sus presas. Por ejemplo, en casos de acoso, una mujer que haya sufrido anteriormente algún tipo de situación similar (ha sido acosada, seguida, hackeada o vilipendiada en sus redes sociales), puede tender más a ceder a las exigencias del acosador ya que su experiencia y sentido común le dice que si lo hace, este cesará en su conducta abusiva. Pero lamentablemente, eso tiende a funcionar como refuerzo negativo y muchos acosadores sentirán que sus tácticas dan resultados, con lo que aumentarán la intensidad y frecuencia del acoso.
Añadir también que también hay evidencia clara de que la edad es un factor predictor claro de sufrir acoso o abuso. Cuanto más joven sea la mujer es más probable que ocurra.
Consecuencias para las mujeres que sufren maltrato continuo
El maltrato continuo genera a las mujeres gran cantidad de secuelas físicas y psicológicas. Su autoestima suele estar por los suelos entrando en ciclos de rumiación y culpabilización elevados. Muchos de estos maltratadores son expertos en la manipulación psicológica como, por ejemplo, en el gaslighting que hablamos en un programa anterior.
La vergüenza también en su factor importante ya que muchas chicas evitan pedir ayuda por el bochorno de pensar que son «tontas» o «débiles». Muchos maltratadores son también altamente efectivos en alienar a la mujer de su red social de apoyo, intentando por todas las maneras posibles que esta sea dependiente económica y emocionalmente de él, hecho que dificulta muchas veces el tener una vía de escape clara. Si se ha recibido un abuso continuado se utiliza la estrategia de supervivencia de estar siempre pensando en agradar, en no enfadar al maltratador para evitar ser víctima de sus ataques de violencia, haciendo que, lamentablemente, todo gire alrededor de él, hecho que causa un gran deterioro psicológico.
Todo lo comentado es innato en el hombre, es decir, el abuso o la violencia han existido desde los albores de la humanidad.
¿Tendrían estas conductas una justificación evolutiva?
Quisiera recalcar que aunque mucha de la información y evidencia recopilada pertenece a la rama de la psicología evolucionista, cualquier autor con bagaje científico serio no cesa de repetir que no podemos justificar conductas violentas por un «es innato en mí», «qué le voy a hacer… estamos genéticamente programados para ello». Somos individuos y como, tales, tenemos poder de decisión individual y moral.
Hace no demasiados años existía el trabajo infantil generalizado en occidente o se impedía a la mujer votar o trabajar fuera de casa. Ahora vemos como algo tremendamente reaccionario y arcaico que alguien defendiera que está en nuestros genes que niños y niñas de 10 años trabajen 12 horas al día en una fábrica o que la mujer no sea un sujeto político activo, situaciones que, por cierto, se siguen dando en muchos puntos del planeta. Por esto y mil motivos más no podemos sacar la carta de la psicología evolutiva para justificar conductas aberrantes y dañinas.
Referencias:
- Buss, D. M. (2021). When men behave badly: The hidden roots of sexual deception, harassment, and assault. Little, Brown Spark.
- Goetz, C. D., Easton, J. A., Lewis, D. M., & Buss, D. M. (2012). Sexual exploitability: Observable cues and their link to sexual attraction. Evolution and Human Behavior, 33(4), 417-426.