Se suele decir que en España algo como “el deporte nacional es la envidia”. No sé hasta qué punto será verdad, pero ya sea en España o en cualquier otra parte del planeta esta emoción compleja está de manera omnipresente, condicionando nuestras relaciones sociales o nuestra manera de ver el mundo. Podemos definirla como una emoción compleja que tiende a generar malestar y pensamientos desagradables, basados principalmente en sentimientos de inferioridad, hostilidad y resentimiento hacia otras personas. Ya desde historias desde hace miles de años como filósofos como Nietzcshe es un temática recurrente. Los problemas y el sufrimiento que genera la envidia entre seres humanos, avisándonos de sus peligros y sus consecuencias. 

Eso sí, en su definición existen ciertas dudas en donde acotarla, como por ejemplo ocurre con el conceptos de los celos, en donde algunos autores afirman que la envidia básicamente estaría entre dos personas en donde una desea algo que la otra tiene, y los serían entre tres, en el sentido que el miedo estaría en perder la relación con una persona más que querer algo de la otra. Además, está bien conceptualizado la estrecha relación de los sentimientos de envidia con el remordimiento, ya que suele ser común sentirse avergonzado por sentir envidia y sentimientos de inferioridad con otros. Pero queramos o no, esta manera de sentir y pensar tiene un grandísimo impacto en casi cualquier área de nuestra vida, ya se en nuestros patrones de consumo, gestión de comunidades u organizaciones, moralidad y normas sociales, en el cómo se generan y perpetúan estereotipos… Es definitiva un rasgo de personalidad con componente hereditario (como todos) y que está impulsado principalmente en situaciones en donde se carece de cualidades, logros o posesiones de otras personas.

Más de Uno León con Javier Chamorro y David Cueto (29 noviembre 2023). Audio cortesía de Jorge Martínez.

¿Es la envidia siempre negativa?

Aunque hemos unido la envidia a conceptos con connotaciones negativas, en los últimos años ha habido cierta reconceptualización en la literatura científica, reconociendo que aunque sea una emoción con características hostiles y malignas, han aparecido nuevas investigaciones, ya que esta puede tener dos caras y pudiendo tener propiedades constructivas y de cohesión social. Sería asumir, que evidentemente si nos comparamos permanentemente con otras personas que percibimos superiores nuestra autoestima o autoconcepto tenderá a verse dañado, pero no nos olvidemos la importancia que tiene el modelado humano en nuestro desarrollo, ya desde que nacemos. Es decir, sentir que carecemos de algo que otro tiene no tiene por qué producir por defecto siempre malestar, sino que puede ser una manera sana de encontrar referentes externos para así mirar hacia nosotros e ir encontrando un camino vital que nos llene y nos genere sentimientos de conexión y transcendencia. Es por eso que esa envidia benigna nos puede espolear y ayudar a generar nuevas rutinas, buscar nuevas habilidades, plantearse nuevos estilos de vida. 

Creo que todo ello se ve de manera bastante clara en cualquier equipo de seres humanos con un objetivo común. Somos animales eminentemente jerárquicos, y si esa jerarquía no está basada en algo razonable y meritocrático (como casi siempre pasa) desde luego que enseguida empieza la hostilidad y los conflictos. Hay que tener en cuenta que la comparación es algo indisoluble de nuestra especie, ya que es una forma de supervivencia innata al así reconocer aquellos individuos más capaces que nos ayudarán a sobrevivir en un entorno hostil. Por eso, se puede usar dicha comparación para hacer estructuras equilibradas y basadas en la admiración mutua, en el “tienes algo que yo no tengo y quiero, me gustaría que me mentorizases para conseguirlo”. Estas relaciones maestro-alumno pueden acabar siendo enormemente positivas para ambos lados de la cadena, de ahí que el que yo creo que podamos dividir la envidia en “benigna” o “maligna”.

La importancia de la ayuda mutua

A partir de plantear como la envidia puede llevar a ayuda mutua sana, en un estudio científico se categorizaron esa ayuda en dos subtipos:

  • Dependiente: Sería proveer de ayuda pero de manera inmediata e imperativa, sin digamos atacar las raíces o la complejidad del problema, para así reforzar la dependencia del receptor en el futuro.
  • Autónoma: En este caso el que ayuda dota de herramientas del receptor para que este sea capaz de resolver sus problemas por su cuenta en el futuro. Y podemos subdividirla también en una ayuda autónoma en donde damos herramientas pero no la solución en sí misma (como puede ocurrir en la mentorización antes mencionada) o se puede asimismo dar las herramientas incluyendo en ellas la solución final al rompecabezas.

Se suele decir que la caridad sin más perpetúa la pobreza y la desigualdad, ya que haría que la ayuda sea de tipo dependiente. Evidentemente, en un primer momento de emergencia la ayuda dependiente puede ser de gran ayuda, pero existe la evidencia empírica suficiente como para afirmar que la ayuda de tipo autónoma genera mayor bienestar y cambios positivos más profundos en el receptor de la ayuda. Igualmente, existen estudios que explican la tendencia que tenemos a ayudar menos a los que otros humanos que consideramos superiores o privilegiados, con lo que parece que solo aparecen sentimientos espontáneos cuando sentimos lástima por el otro. Es por eso que habría que vigilar el hacer ese tipo de ayuda basada en condescencia o dependiente como hemos dicho, perpetuando la dependencia y ayudando para calmar nuestra conciencia y no por hacer un acto útil y altruista para nuestra comunidad.

La aparición de las redes sociales

En solo veinte años la manera que tenemos de socializar ha cambiado radicalmente a partir del uso masivo de smartphones y especialmente por la aparición de las redes sociales. Del mismo modo, se ha escrito mucho sobre como la sobrexposición de nuestra vida privada hace que nos sintamos mal permanentemente, ya que es evidente que empresas y marcas comerciales explotan esa necesidad de pertenencia con la que venimos cableados al mundo, buscando lo que se denomina en inglés FOMO, siglas de fear of missing out, básicamente ese malestar permanente de sin importar lo que estemos haciendo, siempre sentiremos esa sensación de que nos estamos perdiendo algo, una experiencia, una actividad, una interacción humana. 

Se ha escrito también que el rango de población más afectado por esta circunstancia sería los niños y los adolescentes, ya que su identidad en construcción hace que sean más influenciables y sugestionables por figuras de referencia que quizás no busquen el bienestar de estos, sino manipularlos y aprovecharse de ellos. Es evidentemente (y la ciencia así lo avala) que hay regular el uso de dispositivos con acceso a Internet, ya que por su inmadurez cerebral y falta de autorregulación consiguiente pueden hacer que sean víctimas de esas personas con malas intenciones. Pero curiosamente se ha visto en diversas investigaciones que la comparación juvenil en esta sociedad hiperconectada también tiene consecuencias positivas, en el sentido de lo mencionado anteriormente de utilizar la comparación como inspiración para producir cambios o mejoras en nuestra vida. 

Por último, se ha estudiado que el uso de las redes sociales tiene dos formas: activo y pasivo. Activo sería tener comunicación con otras personas en las redes sociales y pasiva sería más mirarlas sin interactuar con nadie, y aquí sí que se ha visto que un uso del segundo tipo sí que tendería a generar comparación patológicas o negativas para el individuo, ya que esa forma tan inactiva de socialización produce sentimientos de indefensión y falta de control sobre nuestra vida. Por eso se consideran las relaciones jerárquicas como bidireccionales, ambas partes tiene que dar y recibir para que se halla un vínculo constructivo entre ambas partes.

Bibliografía:

  • Meier, A., & Johnson, B. K. (2022). Social comparison and envy on social media: A critical review. Current Opinion in Psychology, 45, 101302.
  • Montal-Rosenberg, R., & Moran, S. (2022). Envy and help giving. Journal of Personality and Social Psychology, 122(2), 222.
  • Smith, R. H., & Kim, S. H. (2007). Comprehending envy. Psychological bulletin, 133(1), 46.