Las odiosas comparaciones son un tema de conversación recurrente y permanente en nuestro día a día y nos preguntamos por qué nos afecta tanto en nuestra vida pudiendo llegar a generar tanto sufrimiento (por ej., la envidia). Los humanos somos animales sociales, estamos cableados para vivir en comunidad y en cooperación con los demás. Por mucho que se empeñe cierto sector ideológico diciendo que la vida es una competición permanente de seres solitarios e individualistas, la realidad es que es colaborando unos con otros como se han conseguido los mejores niveles de bienestar humano.

Evidentemente, el conflicto es algo también intrínseco en nosotros, pero que se relaciona íntimamente con el concepto de jerarquía, que no tiene por qué ser sinónimo de mando o autoridad. Si nos fijamos a nuestro alrededor, nuestro entorno natural tiende a organizarse también de manera jerárquica y, nos guste no, es como ha sido durante millones de años.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telefónica (26 enero 2022). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Características de esta organización jerárquica

Si nos fijamos en cualquier parque con niñas/os pequeños jugando veremos que tienden a organizarse por niveles sociales donde, lamentablemente, ya podemos observar conductas de coacción hacia los demás en esa primera infancia. Algunos autores plantean la jerarquía humana a partir de dos variables principales:

  • Dominancia: la capacidad coercitiva basada en la fuerza, amenaza o intimidación.
  • Prestigio: capacidad más persuasiva basada en habilidades, talento o conocimiento.

Está comprobado que la jerarquía basada en la dominancia tiende a ser menos estable y duradera. En la historia tenemos incontables ejemplos de cómo una autoridad violenta acaba por generar mucha menos huella que otra basada en autoridad.

A pesar de que todos los seres humanos somos iguales en derechos y oportunidades, la jerarquía es necesaria sobre todo en proyectos difíciles o especializados en donde cada persona se especializa en un área y todo el mundo coopera para alcanzar los mejores resultados. En equipos deportivos, por ejemplo, también existe un capitán, alguien que toma la responsabilidad en los momentos más difíciles y que ejerce la cohesión del grupo.

La jerarquía positiva

Es evidente que es muy fácil acabar en la tiranía o en el «esto se hace así porque lo digo yo», que tiende a crear resentimiento, rebeldía y estructuras menos estables a largo plazo. Si en nuestro mundo hubiera una meritocracia real, las jerarquías serían la mejor manera de promoverla. Tendríamos el maestro, el ayudante del mismo, cargos medios, el aprendiz…

Si se han seleccionado y cribado esos puestos en función de la competencia en la tarea, ese orden jerárquico debería funcionar como una cadena bien engrasada, en donde una orden sigue una cadena de mando establecida y, en principio, nadie la discutiría porque se sabe que quién la ha emitido sabe bien lo que hace. Pero, desafortunadamente, estamos muy lejos de alcanzar la meritocracia real. Enchufismo, nepotismo, personas que se creen con mayor competencia de la que tienen, o al contrario, otras que tienen gran talento y capacidad pedagógica pero que no saben o no se les deja transmitir su talento y experiencia. Si la persona que recibe órdenes sabe que estas no son razonables, boicoteará dicha cadena.

Igualmente, en la adolescencia se ve la rebeldía constante contra la autoridad, y eso es bueno, porque un espíritu crítico y no tragar con lo que nos echen nos ayuda a ser más libres, lo otro nos lleva a las dictaduras y el totalitarismo.

Interacciones positivas en las jerarquías humanas

Recalcar la desconfianza de ciertos autores que, por ejemplo, comparan las jerarquías humanas con las de las langostas (no es broma), poniendo ejemplos de que si la serotonina, dopamina y demás hacen que nos sintamos mejor o peor según nuestro estatus social. Es verdad que tenemos un sistema bioquímico muy entrelazado con reconocer y movernos por un mundo jerárquico, pero es un tema mucho más complicado y hay muchísimas áreas todavía desconocidas. Solamente en la serotonina existen 15 receptores diferentes con interacciones entre ellos, más allá de otras moléculas con su variable número de receptores y sus propias interacciones también.

El rechazo social duele. De nuevo decir que estamos cableados para sentirnos integrados y con un sentido de pertenencia hacia el entorno, pero es mucho más complicado que decir que sube “X” o baja “Y”, que esas etiquetas tan dudosas como «macho alfa o beta» o que existen trucos mágicos para que de repente todos los trabajadores de una empresa confíen en su jefe.

La autoridad se gana demostrando saber y cuidando a los demás, y la dificultad de eso es inmensa. Arreando sin más o siguiendo ciegamente a esos supuestos gurús no nos proporcionará nada práctico, ya que la realidad no es dicotómica ni sencilla.

Referencias:

  • Cheng, J. T. (2020). Dominance, prestige, and the role of leveling in human social hierarchy and equality. Currentopinion in psychology33, 238-244.