En un programa anterior tratamos sobre la motivación, hoy vamos a hacerlo sobre un aspecto específico de ésta que es la fuerza de voluntad. Ya comentamos en su día la importancia de encontrar motivos intrínsecos para sentirnos más realizados y no depender siempre de condicionantes externos (normalmente más volátiles y menos efectivos) para conseguir los objetivos que nos hemos propuestos y hoy quisiera centrarme en un concepto, fuerza de voluntad, constantemente citado en cualquier programa de técnicas de estudio o de productividad empresarial.

Uno puede tener las ideas claras y la motivación suficiente para tener metas aunque la idea sería mantener la frase de «querer no siempre es poder». Si preguntamos a personas de nuestro entorno, casi todas dirán que tienen objetivos vitales o sueños vocacionales que cumplir, pero cuando se pregunta el cómo se pretenden conseguir esos objetivos, aquí las personas ya tienden a dudar más. Obviamente, es importante tener claro a dónde queremos llegar pero sin saber cómo hacerlo no deja ser una idea algo irreal. Por esta dificultad en hacer una planificación objetiva, cosa muchas veces muy difícil por la dificultad del objetivo marcado y el ritmo de vida que llevamos, han proliferado toda esa cantidad de supuestos expertos que inundan Youtube, por ejemplo, diciéndonos que tienen un secreto sobre cómo ser rico o saber inglés sin esforzarte demasiado, y que nosotros, pobres fracasados, lo estamos haciendo todo mal.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telefónica (23 febrero 2022). Audio cortesía de Jorge Martínez.

La idea que nosotros pretendemos transmitir es que no se puede conseguir un objetivo elevado sin un esfuerzo previo, y que como seres humanos y falibles que somos intentaremos buscar atajos en la consecución de dicho objetivo. Quisiera matizar también que no siempre tiene que ser negativo el querer buscar atajos o caminos alternativos. Los humanos somos criaturas creativas y podemos encontrar soluciones ingeniosas a problemas que en principio parecen inalcanzables. Pero para ciertas cosas, la búsqueda constante de dichos atajos es contraproducente.

El conocido periodista y divulgador Malcolm Gladwell tiene su conocida teoría de las 10.000 horas mínimas necesarias para dominar cualquier arte. Coincidimos en cierta medida con su hipótesis pero matizando que hay variables innatas que no se pueden negar. Por ejemplo, alguien con una memoria visoespacial (capacidad de ver y rotar figuras en el espacio) tendrá muy difícil ser arquitecto por muchas horas que le eche. Me parece también una ideología bastante tóxica decir a las personas que pueden ser lo que quieran en la vida sin importar sus atributos innatos porque, sencillamente, esto no es así.

Aumentar la fuerza de voluntad

El primer paso para aumentar la fuerza de voluntad es fijar objetivos reales, tener un plan, porque para improvisar en algo 100% habría que ser una especie de genio absoluto o savant, y éstos no abundan en cada esquina. Una vez hecho el plan, un inicio sería dividir el objetivo en tareas más pequeñas y tangibles. Lo abstracto o poco definido suele generar ansiedad (nuestro cerebro quiere cosas predecibles), con lo que si no hacemos una subdivisión bien trabajada, tenderemos a evitar hacerlo por el agobio de no saber muy bien a qué nos estamos enfrentando.

Otra variable sería una teoría de la que ya existen estudios científicos que la corroboran: que podemos asignar un valor positivo y egosintónico a realizar esfuerzo mental. Esta idea representaría que el placer y la satisfacción de cualquier reto pueden ocurrir mientras estamos haciendo el mismo, superando obstáculos y encontrando la recompensa no tanto en la consecución del objetivo sino en el proceso de conseguir el mismo.

En la cultura popular ya existe la frase «lo importante es el camino, no la meta» y creemos que es un gran mantra. Eso sí, en esos estudios se recalca la importancia del ambiente que nos rodea, no es ir solos contra el mundo.

La falta de voluntad

Nos preguntamos si la procrastinación o la falta de voluntad solamente afectan a cosas que nos resulten de inicio pesadas, como pudieran ser los proyectos profesionales, o si también ocurre con situaciones que en principio no tendrían por qué serlo como, por ejemplo, socializar con gente que nos agrada. Hay estudios que corroboran que no solo procrastinamos en aquello que nos genera cierta incomodidad, sino también en cosas que no tiene mucho sentido aplazar como puede ser el irse a dormir. Un estudio mostró que existían diferentes perfiles de personalidad que irían retrasando el momento de ir a la cama aunque estén cansados, y esto correlacionaba con no tener una ocupación vital satisfactoria, con lo que se tendría menos en cuenta la necesidad de estar descansados para rendir. Cuanto más aburridos estemos, menos ganas tendremos de ir a dormir, aunque suene contradictorio.

Es interesante comentar que el aplazar ocurre en multitud de situaciones y que tampoco tenemos que fustigarnos continuamente por ello. El refuerzo inmediato siempre es más apetitoso y como ya comentamos estamos bombardeados de estímulos y notificaciones. Es bastante complicado encontrarnos en un estado de «aquí y ahora» con el tipo de sociedad que tenemos. Pero todo ello no es excusa para justificarnos en «que es muy difícil». No existen soluciones mágicas pero poniendo de nuestra parte (y con mucho ensayo-error) podremos encontrar el delicado equilibrio de planificar con antelación y ser buenos en el rendimiento rutinario de tareas concretas.

Referencias:

  • Clay, G., Mlynski, C., Korb, F. M., Goschke, T., & Job, V. (2022). Rewarding cognitive effort increases the intrinsic value of mental labor. Proceedings of the National Academy of Sciences, 119(5).
  • Gladwell, M. (2008). Outliers: The story of success. Little, Brown.
  • Teoh, A. N., Ooi, E. Y. E., & Chan, A. Y. (2021). Boredom affects sleep quality: The serial mediation effect of inattention and bedtime procrastination. Personality and Individual Differences, 171, 110460.