Entre las personas existen patrones de personalidad. Uno de ellos es el introvertido-extrovertido. Aquellas personas con un estilo de personalidad más introvertido o «hacia dentro» les resultará más fácil sobrellevar el confinamiento impuesto por las autoridades. En terapia estamos encontrando personas que han comentado su alivio ante este «parón» de lo que consideraban que el estilo de vida de nuestra sociedad era demasiado frenético y agobiante. No obstante, hay que distinguir entre una soledad autoimpuesta, de la que la mayoría de personas necesitamos y disfrutamos a otra que viene de fuera y que ya está durando mucho más de lo aconsejable. En este caso, hasta personas tremendamente introspectivas ya muestran su malestar por no poder socializar si ellos o ellas lo consideraban necesario.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telemática (27 enero 2021). Audio cortesía de Jorge Martínez.

El aislamiento en humanos

El ser humano es un animal social y el sentirse socialmente alienado y desconectado genera una respuesta de dolor en el cerebro que muchas personas perciben como real. Los humanos hemos vivido la mayor parte de nuestra historia en pequeñas comunidades de cazadores-recolectores de tipo nómada (la vida urbana no apareció hasta hace alrededor de 9.000 años). Si uno era considerado un paria de esa pequeña sociedad y era expulsado, esto llevaba a una muerte segura de ese individuo, ya que en un entorno natural tan hostil es imposible sobrevivir sin un comportamiento gregario. Los estudios con resonancia magnética observan que nuestro cerebro procesa el dolor emocional del abandono de la misma manera que el dolor físico, por eso es tan duro y difícil de superar abandonos, rupturas… Además de que, en las cárceles por ejemplo, se sabe que no hay peor tortura que la del confinamiento en soledad.

Algunas personas con un perfil creativo reconocen que necesitan silencio para crear, comentan que para estar encerrados en un piso de 50mcon patio interior prefieren vivir en sitios con más luz y naturaleza. En la naturaleza no estamos realmente aislados, tenemos internet en donde podemos comunicarnos con quien queramos o cuando queramos, hacer la compra, enterarnos de lo que pasa en el mundo… Hoy en día en la sociedad industrializada uno se puede aislar pero siempre puede elegir cuando volver a reconectar. No obstante, la interacción social por móviles nos alivian la ansiedad y la sensación de abandono pero la interacción físicamente cara a cara (miradas, olores, tocar y sentir) es una sensación difícilmente sustituible por la tecnología para nuestro cerebro.

Riesgos del aislamiento

Por otra parte, otros estudios con personas sin contacto social diverso tienen menos esperanza de vida, más probabilidad de sufrir obesidad, diabetes, hipertensión… La soledad genera fantasmas y aunque la búsqueda desesperada de contacto humano a cualquier precio nos pueda hacer más mal que bien, el renegar de todo tipo de contacto humano nos pasará factura a la larga. Eso sí, el aislamiento social es un constructo subjetivo en función de como lo percibe cada persona, y el estar en presencia de otros no tiene por qué hacer sentirnos conectados con ellos.

Las personas internalizamos las influencias sociales recibidas por su entorno, ya sea de manera positiva o negativa, lo que se conoce como «hipótesis de control social». El equilibrio perfecto entre espacio personal y socialización enriquecedora es muy difícil de conseguir, pero como todo, sería una mezcla de trabajo personal e introspectivo con un buen entorno social que nos ayude y no nos deje caer en el catastrofismo y el derrotismo.

Referencias:

  • Cacioppo, J. T., Hawkley, L. C., Norman, G. J., & Berntson, G. G. (2011). Social isolation. Annals of the New York Academy of Sciences1231(1), 17.
  • Eisenberger, N. I., Lieberman, M. D., & Williams, K. D. (2003). Does rejection hurt? An fMRI study of social exclusion. Science302(5643), 290-292.