El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional (Buda).

A lo largo de nuestra vida todos nos enfrentaremos a situaciones que nos generarán malestar y nos harán estar ansiosos o deprimidos. Es normal que cuando algo nos cause dolor nos sintamos mal, pero si ese malestar no desaparece con el tiempo, se instala en nosotros la angustia que es un temor opresivo que genera aflicción, congoja y ansiedad. Es una emoción tóxica que produce malestar y deprime a quien la siente pudiendo hacerle perder el control de su propia vida. Cuanto más tiempo dure, de más intensidad y frecuencia sea, más tóxica se volverá dicha emoción.

Hay circunstancias que no podemos cambiar y otras que no podemos evitar, pero sí podemos determinar cómo vivir cada una de ellas, lo importante es superarlo. A veces somos nosotros, simplemente al divagar en torno a lo que ocurre en la vida cotidiana, los que nos producimos ese estado de angustia vital.

Las preocupaciones son un intento de solucionar problemas reales de la vida cotidiana, aunque a veces pueden dispararse y provocar ansiedad. En cambio, si nos obsesionamos, la obsesión pasa a ser el problema. Los pensamientos no deseados más habituales son los referidos a la culpa, el miedo o visiones catastróficas que nos podrían suceder con fatalidad (enfermedad, accidentes o muertes de seres queridos, perder el control, intentar saber las intenciones ajenas…).

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (25 octubre 2017). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Cambios que puede producir en la persona

Cuando la angustia vital se instala en una persona suele cambiar su visión sobre la vida, así todo se ve y experimenta a través de una lente pesimista. Nuestra salud también lo nota: dolores de cabeza, de espalda, insomnio… es lo que denominamos somatización. Igualmente suele afectar a las relaciones interpersonales ya que una persona que sufre y está afectada por la tristeza se aleja del resto. Cuanto más se aísle más pensamientos negativos, cuantos más pensamientos negativos más tenderá a aislarse. Cambia su diálogo interior diciéndose, ante cualquier contratiempo, que todo lo malo le pasa a ella y que nadie la valora.

Superar la angustia

Podemos superarla evitando preocuparnos en exceso por el trabajo, los estudios, el bienestar de la familia, los hijos, problemas económicos, conflictos con los vecinos… ya que solemos dramatizar demasiado en cosas que casi nunca nos van a pasar. Sería conveniente evitar el excesivo control por lo que nos pase. No existe un gran peligro en nuestra sociedad actual. Somos una sociedad bastante solidaria y pacífica.

Evitar las conductas compulsivas, comprobatorias o rumiatorias de las ideaciones dramáticas que nos vengan a la mente sería muy recomendable así como enseñar y entrenar a la mente a aprender a estar plenamente presentes en el aquí y ahora.