Ya hemos hablado anteriormente en otro post sobre el suicidio adolescente, explicando la preocupación creciente debido al aumento de las cifras de ideación suicida y conductas autolíticas en jóvenes del todo el mundo. Es un tema que que sin duda causa preocupación ya que la idea de que alguien joven con toda la vida por delante quiera acabar con su vida causa perplejidad cuanto menos, como si ese tipo de suicidio sea más antinatural que otros. Pero no podemos dejar de la lado el según los datos disponible el tipo de suicido más común y recurrente: el suicidio de personas de más de 65 años. 

Ocurre quizás un proceso algo paradójico según las estadísticas, en donde a grandes rasgos se muestra que habría mayores intentos en chicas y chicos adolescentes pero que las tasas de suicidio totales son mayores en personas de más de 60 o 65 años (patrón que además se ve en casi todos los países estudiados). Y a partir de esa edad, la probabilidad de que se produzca un suicido también va aumentando con la edad, es decir, que los datos son mayores para personas con 80 que con 60 por ejemplo. 

Más de Uno León con Javier Chamorro y David Cueto (20 marzo 2024). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Factores de riesgo

Las causas de estos son múltiples y variadas, pero en líneas generales la idea sería que la mayor probabilidad de sufrir enfermedades y dolor físico que se tiene al ir cumpliendo años harían más factibles conductas autolíticas o, directamente, no curarnos para dejar sufrir tanto dolor.

Habiendo mencionado las enfermedades físicas, hay estudios que intentan atinar lo máximo posible sobre cuáles serían esas variables que harían una mayor probabilidad de suicidio a partir de los 60 o 65 años, que serían:

  • Viudedad.
  • Presencia de un trastorno mental (depresión, ansiedad) o demencia.
  • Enfermedades físicas.
  • Estrategias limitadas de afrontamiento y soledad.

Aislamiento social

Esta suma de características serían las más importantes en todos los estudios empíricos sobre el tema, recalcando especialmente la importancia del aislamiento social. De esto también hay mucho escrito, como en sociedades industrializadas y urbanas existe un gran problema de soledad de la gente mayor. Su gente más cercana es más probable que vaya falleciendo, lo mismo con la familia, los hijos se van de casa a hacer su propia vida…

Como dije el modo de vida tipo clan o familia extensa es generalmente inversamente proporcional a los avances tecnológicos. Esto se ve muy claramente también con niñas o niños que pasan tardes enteras sin mayor interacción que la que ven en las pantallas, y lo mismo pasa el otro sector más vulnerable de la sociedad, que es la gente mayor. Por no hablar también del muchas veces deficiente o directamente abusivo sistema de residencias de mayores. 

Con todo ello, es evidente que la alienación social sería el factor que potencia el peligro de todos los demás, ya que una persona puede ser viuda pero si tiene una buena red social de apoyo esta actuará como amortiguadora de la tristeza y la soledad de perder a la pareja (muchas veces después de muchísimos años de convivencia juntos, en donde luego es difícil ajustarse al nuevo ritmo de vida). 

Lo mismo ocurre si hubiera un proceso de demencia o deterioro cognitivo, es menos plausible caer en ideación autolítica si la calidad de vida se mantiene por la red de apoyo mencionada. Comentar también que dicha ideación suicida no es una dicotomía de hacerse daño vs. no hacerse daño a uno mismo, sino que es un continuo con puntos de corte delicados o directamente ambiguos a los que hay prestar especial atención, como verbalizar ideación suicidas.

El delicado tema de la eutanasia

También en sociedades industrializadas ha acaecido en las últimas décadas un fuerte debate sobre la idoneidad de que el Estado ofrezca servicios de suicidio asistido a las personas que así lo soliciten, con grandes discusiones sobre que requisitos mínimos se podrían pedir para ello. 

Diversos países ya han legislado sobre ello (España por ejemplo), y en donde antes se aprobaron estas legislaciones (Benelux) lo que se ve a grandes rasgos es que el perfil mayoritario de esta decisión serían varones entre 60 y 85 años que sufren una enfermedad crónica mortal como el cáncer. En Suiza, otro país con legislación algo ambigua sobre el tema pero con décadas de historia ofreciendo esa posibilidad (con condicionantes) el perfil más común serían mujeres con pocas creencias religiosas, alto nivel educativo (estudios terciarios) y que son viudas o estén viviendo solas. Al igual que en países del Benelux parece que el estatus socioeconómico es realmente relevante a la hora de acudir a servicios de reproducción asistida. 

Considero que esta correlación es compleja y que sacar conclusiones rotundas es complicado, pero uno de los motivos pudiera ser lo anteriormente mencionado el aislamiento social característico de altos niveles de industrialización, en donde es más factible que el sentido o las ganas de vivir se evaporen al no tener a nadie con quien compartir los últimos años de vida. De todas maneras, a mi parecer son muestras demasiado pequeñas y específicas como para poder establecer cánones científicos a partir de ellas, siendo también un fenómeno reciente con lo que se necesitaría más tiempo para entender en su totalidad la complejidad de este fenómeno.

Prevención del suicidio en personas mayores

Entonces, viendo estos datos, ¿cómo prevenirlo? Primeramente con las variables antes mencionadas, dotando a los servicios de atención primaria o de urgencia protocolos claros y bien diseñados para identificar situaciones de riesgo antes de que sea demasiado tarde. 

Con el envejecimiento progresivo de la población en Europa la soledad en la tercera edad va a ser un problema mayúsculo. ¿Cómo gestionamos de manera efectiva esa población cada vez más anciana? ¿Quién cuidará a los cuidadores? Da la sensación, como ante tantos problemas sociales, que las soluciones que se ofrecen desde gobiernos y administraciones es cortoplacista y de ir poniendo parches según se vayan encontrando escollos en el camino. 

Hay que reconocer también que las soluciones son multifactoriales y complejas: no solo es entrenar a profesionales sanitarios sino también de promover un tejido asociativo de proximidad que minimice los riesgos de exclusión social. También está estudiado que el restringir el acceso a medios letales (como armas de fuego) actúa como factor protector ante medidas drásticas. 

Quisiera recalcar asimismo que, viendo que nos enfrentamos a una población envejecida, habría que invertir en investigación médica para el tratamiento del dolor crónico, que como hemos visto su prevalencia tiende a aumentar con la edad. No podemos obviar por último el libre albedrío, es decir, considero que de alguna manera hacerse adulto consiste descubrir el poder o la capacidad de autodestruirnos. 

La vida humana es compleja, con demasiados puntos ciegos como para dar un molde definido para cada persona que habita en este planeta. Pero desde las bases del humanismo y de ver cómo los individuos como fines o medios en sí mismos, podremos llegar a entender lo que ya el filósofo Albert Camus planteó el suicido como el único problema filosófico serio.

Bibliografía

  • Conejero, I., Olié, E., Courtet, P., & Calati, R. (2018). Suicide in older adults: current perspectives. Clinical interventions in aging, 691-699.
  • Raue, P. J., Ghesquiere, A. R., & Bruce, M. L. (2014). Suicide risk in primary care: identification and management in older adults. Current psychiatry reports, 16, 1-8.