La necesidad de conexión inherente en el ser humano hace que la falta de sentido de pertenencia o de adhesión a un grupo sea uno de los miedos más atávicos que se puedan tener. Ya sea sentirnos unidos a los demás a través de creencias comunes (como las religiones) como en código de vestimenta o conductas (tribus urbanas), todo este tipo de conductas se ven ya desde etapas tempranas de la infancia, cuando nuestro yo social se empieza a desarrollar.

En esta especie de carrera de sentirnos solos, el mundo de hoy en día tiene unas características realmente particulares y anómalas con lo que ha habido anteriormente. La esperanza de vida en muchos países de vida supera los 80 años de vida en muchos países, existe la posibilidad de conectar con una videollamada con otra persona en la otra persona del mundo en segundo, y cualquier noticia o evento importante puede tener visualización mundial en cuestión de minutos. Y aparentemente, esta velocidad de vinculación haría que los sentimientos de alienación del grupo se han volatilizado, pero se da la circunstancia paradójica de que las estadísticas muestran la tendencia contraria.

Más de Uno León con Javier Chamorro y David Cueto (22 mayo 2024). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Edades y soledad

La horquilla de datos es amplia y variada entre diferentes países y franjas de población, pero podría llegar hasta en un 40% de la población que reporta la idea de que se siente sola. Por ejemplo, en Nueva Zelanda un 33% de las personas de más de 15 años entrevistadas mostraban sentimientos de soledad. Y curiosamente, en un panel de expertos en los años 70, en donde se preguntaban predicciones futuras sobre problemas relevantes de salud mental, pocas de las personas encuestaban acertaron a ver la gran relevancia que tendría la soledad en décadas futuras. En países como Japón o Reino Unido ya existen incluso ministerios dirigidos específicamente a abordar el problema rampante de la soledad. Con una población cada vez más envejecida y viviendo en entornos más atomizados como son las ciudades, la necesidad de tener políticas públicas de calidad es imperativa.

¿Cómo definimos la soledad?

Siempre que hablamos de constructos psicológicos y sociales, tenemos que ser realmente cuidadosos con la definición. Porque la soledad, como tantas vivencias humanas, puede tener diferencias subjetivas según cada persona. Estas pueden ser incluso hermanos o hermanas y desarrollar ideas sobre soledad y socialización totalmente opuestas. Porque al final sentirse solo no es exactamente lo mismo que estar solo.

En inglés existe una diferencia de términos de loneliness (soledad con sentido negativo) y solitude (soledad que se disfruta y que nos hace sentir bien con nosotros mismos). En la grandísima mayoría de estudios sobre este tema se llega a cierto consenso en la idea que de es más desagradable sentirse solos cuando estamos físicamente rodeados de gente, ya que parece contraintuitivo y da muestras de que la elección de nuestro entorno no ha sido el más coherente con nuestra manera de estar en el mundo. Es como si sentirnos obligados a estar con gente con la que no conectamos es una de las mayores torturas posibles, por no hablar en el ámbito de la pareja, en donde términos como “matrimonio miserable” aparecen con velocidad cuando existe insatisfacción en la relación íntima.

Con todo ello, ¿cómo se define metodológicamente entonces? A grandes rasgos, sería la discrepancia o diferencia entre las relaciones sociales esperadas y reales. E insisto en la idea de que es un fenómeno con un elevado componente subjetivo, que no se puede medir contanto personas o número de contactos en el móvil o en redes sociales. Por ello y siguiendo con esta definición metodológica, se intentan hacer subdivisiones o dimensiones que aporten más luz al estudio e intervención de esta circunstancia omnipresente en la humanidad. Dichas divisiones serían:

  • Íntima: Sensación de ausencia percibida de una figura de apego cercana y elegida, como una pareja o parejas.
  • Relacional: Grado de calidad de las relaciones entre familiares y amigos cercanos.
  • Colectiva: Cómo se percibe la red de apoyo, ya que sea en el trabajo, barrio o ciudad en la que vivimos.

Al hacer esta jerarquización se ayuda tanto al estudio de variables concretas como las pautas que se pueden dar a continuación. Sí que hay cierta consistencia en mostrar que si una persona tiene problemas de soledad en algunas de las tres dimensiones, no es improbable que exista en alguna más. Y a la hora de intervenir se puede hacer un plan concreto, mezclando con efectividad elementos de personas con mucha cercanía y herramientas y conocimientos de qué a red de apoyo cercana puede acudir esta persona.

La clave estaría en la reciprocidad, es decir, no es sencillamente “obligar” a alguien a que salga de casa y se apunte a cualquier club o asociación cercana, sino que esta persona tiene que sentir que está aportando algo. No es recibir apoyo sin más, sino percibir que somos útiles y con algo que aportar a las personas que queremos y que nos caen bien.

Consecuencias de la soledad

La evidencia científica es contundente en los efectos que produce en nuestra salud física y mental la soledad, habiendo una robusta correlación entre sentirnos solos y sufrir enfermedades como la depresión, la ansiedad, enfermedades neurodegenerativas, dolor crónico, etc.

Las percepciones de soledad tienden a producir estrés, y también está muy comprobado los efectos nocivos de una presencia constante de dicho estrés en nuestro organismo. Por decirlo de manera cristalina, la soledad mata, y no solamente por los aspectos más logísticos de una persona mayor y enferma el que estar sola es un riesgo para la salud, sino por los efectos constantes y negativos que genera la alienación social.

La búsqueda del apoyo social

No olvidemos que la primera estrategia de sectas y demás grupos que buscar explotar y aprovecharse de otros es aislar a la persona de su red de apoyo cercana, convencerla de que le hacen mal y lo dejen todo para seguir a ese líder tan carismático. Porque una vez que nos despojan del entorno cercano, nos volvemos más indefensos y por tanto mucho más manipulables y sugestionables. De ahí que las políticas de prevención de la soledad sean una necesidad de primer orden en cualquier tipo de sociedad que se quiera considerar civilizada e igualitaria.

Soledad infantil y adolescente

Por último, cuando se hacen búsquedas sobre qué hay escrito sobre la soledad, es preponderante la presencia de información sobre niños y adolescentes y el uso que dan a los teléfonos móviles, con una tendencia generar a culpabilizar las nuevas tecnologías de todos los males que asolan a la juventud.

Evidentemente hay pruebas de que un uso de móviles y redes sociales sin supervisión por parte de menores (especialmente antes de los 12 o 13 años) produce efectos negativos en su capacidad de concentración, autoestima o habilidades sociales. Pero sinceramente, todo esto es un fenómeno demasiado nuevo como para establecer resultados concluyentes.

Se ha escrito incluso como la variable que correlacionaría más con intentos de suicidio en menores de edad sería el aislamiento geográfico (vivir en una población rural más que urbana) más que las horas de consumo del móvil en sí. Como el uso del móvil está presente en casi la totalidad de la vida de jóvenes y adultos (se ha superado el uso del móvil por las horas que se ve la televisión), pues se puede utilizar en cualquier estudio como causante de todo. Eso sí, insistir de nuevo en los éxitos probados de pautas y técnicas de uso responsable de las nuevas tecnologías, porque no olvidemos que estas están diseñadas por empresas que quieren beneficio económico, no nuestro bienestar, con lo que no está de más estar atento a que técnicas de manipulación pueden utilizar para mantenernos horas y horas pegados a la pantalla, dejando de lado otras actividades u oportunidades.

Bibliografía

  • Cacioppo, S., Grippo, A. J., London, S., Goossens, L., & Cacioppo, J. T. (2015). Loneliness: Clinical import and interventions. Perspectives on Psychological Science10(2), 238-249.
  • Sønderby, L. C., & Wagoner, B. (2013). Loneliness: An integrative approach. Journal of Integrated Social Sciences3(1), 1-29.