La cultura de lo inmediato se ha ido formando a partir de la revolución digital promovida por las tecnologías de la información y comunicación. Estas nos proporcionan rapidez y satisfacción al momento por lo que hemos desarrollado conductas sociales a través de las redes con el deseo constante de gratificación instantánea. Ese placer inmediato nos produce sensación de felicidad y ha hecho que cada vez seamos más impacientes: queremos que nos contesten al WhatsApp apenas lo enviamos, recibir en el momento –libros digitales– o al día siguiente compras recién hechas…. Nos sentimos ansiosos si no estamos informados de forma constante o si no obtenemos esa gratificación inmediata.

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (5 diciembre 2018). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Nos hemos acostumbrado a tenerlo todo al instante pero ¿qué nos lleva a ello y qué ocurre cuando no resulta así? La conducta humana se rige bajo los principios de la búsqueda de placer y evitación del dolor. Sabemos que la felicidad tiene un cierto componente hereditario y que se relaciona con un bienestar positivo. Hay tres tipos de bienestar:

  • Placentero: hacer lo que nos guste (ejercicio, amigos, comprar algo que nos gusta, sexo, comida…).
  • Buena vida: disfrutar en lo que hacemos (trabajo, sentirnos realizados, centrados en nuestras fortalezas…). Estados de flujo donde nos centramos en lo que está pasando con consecución de retos.
  • Vida con sentido: tener una trascendencia en lo que hacemos (ayudar a otros, volcarnos en los demás…).

No sentirnos con bienestar nos genera ansiedad y frustración que aumenta la posibilidad de ser impulsivo y buscar una gratificación inmediata de forma diferida. Esto se puede convertir en un ciclo donde aumenta la posibilidad de que dichas decisiones sean erróneas y nos lleven a una infelicidad y sufrimiento posterior o la búsqueda de nuevas decisiones compulsivas de nuevo.

La sociedad de consumo

La sociedad de consumo masivo y la continua exposición de mensajes publicitarios en las redes sociales pueden favorecer la aparición de un continuo sentimiento de fracaso y frustración al no poder alcanzar los ideales que se transmiten por las grandes marcas o multinacionales. Para mejorar la tolerancia a la frustración podemos no dejar de intentarlo cuando no conseguimos algo rápido o aceptar las frustraciones y aprender a superarlas por nuestros propios medios.

Asumir la existencia de sinsabores y decepciones en la vida diaria, enmascarar o tratar de ocultar la realidad favorece sin duda la aparición de problemas. Comprender y aceptar que el mundo y las otras personas no están a nuestra disposición para satisfacer nuestros deseos e ilusiones. Aceptar el fracaso o insatisfacción como algo normal y como parte del proceso de aprendizaje vital.

¿Cómo llevar a cabo la superación de nuestras decepciones?

Al sentarnos a comprar algo, al entrar en un comercio… valorar la gratificación inmediata en base a estas cuatro variables:

  • Expectativas: necesito esto que deseo (comprar o conseguir). Escribirlo y concretarlo, valorar la necesidad/deseo.
  • Valoraciones: para qué lo necesito. Analizar el grado de satisfacción o de placer antes de hacerlo, visualizar cómo nos sentiríamos al obtenerlo, y si nos conviene o no.
  • Demora de satisfacción: ponernos límites de gasto basándonos en ingresos actuales no futuros, límite de cosas, comentarlo con amigos.
  • Impulsividad: Ponerlo en la cesta de la compra cuando estemos saciados en nuestro deseo, descansados y con energía (síndrome de la guardia y comprar después de estar agotado) y sin ansiedad. También podemos asociar un ordenador a tiempo de ocio y otro al trabajo.