Una golondrina no hace el verano, de igual manera un día
o una breve temporada de felicidad no hace a una persona completamente feliz.
(Aristóteles).

El verano conlleva diversos cambios en varios aspectos de la vida cotidiana. Habitualmente lo asociamos con las vacaciones lo que suele implicar ver las cosas con más claridad y desde otra perspectiva.

Solemos hacer un balance sobre nosotros mismos y nuestro entorno (amigos, pareja, hijos, trabajo…) al tener más tiempo para la reflexión. Vemos con más claridad lo esencial e intentamos tener momentos felices como si fuera una obligación aunque esto puede frustrarnos si no lo conseguimos. Pensemos que la vida es cambio y tenemos que acomodarnos a ello.

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (19 junio 2013). Audio cortesía de Nacho Arias.

Convivir en vacaciones también implica poner a los miembros de la familia en un nuevo escenario de relaciones que requiere un tiempo de adaptación. Se pasa del escaso tiempo de convivencia que nos permite nuestro horario laboral el resto del año a compartir casi todas las horas del día, lo que trae como consecuencia que las virtudes, pero también los defectos, de nuestra familia se noten mucho más, lo que genera o una mejor relación o un aumento de los conflictos.

Un hombre no tiene problemas con sus vacaciones:
Su jefe le dice cuándo debe tomarlas y su esposa le dice dónde.
(Evan Esar, humorista americano).

Verano y adaptación

Una nueva perspectiva de relaciones variaría nuestras impresiones. Conocemos mejor y si la relación de pareja es buena disfrutamos de su compañía, pero si es problemática, se agudiza la visión negativa del otro. De hecho, las estadísticas demuestran que la mayoría de los divorcios se producen al final de un periodo vacacional. Por otro lado los hijos, acabado el colegio, empiezan a aburrirse al tener tanto tiempo libre lo que suele traducirse en exigencias y llamadas de atención que dan lugar a más discusiones familiares. Para encarar bien el verano en las relaciones de pareja e hijos sería bueno:

  • Planificar mínimamente y llegar a acuerdos de lo que se va a hacer en este tiempo de convivencia intensiva.
  • Tener un pequeño espacio de libertad personal y de conductas para nosotros mismos. Concentrar los esfuerzos en disfrutar de lo que más nos guste (leer, nadar, hacer deporte…).
  • Aprovechar para cuidar de las relaciones personales con la pareja y amigos.
  • Proponer a los niños actividades, campamentos o pasatiempos para vencer el aburrimiento.
  • Distribuir las tareas y responsabilidades entre toda la familia para que nadie se sienta superado.

La clave está en administrar de manera ordenada los tiempos.