Se acercan los últimos días del año y en ellos solemos hacer balance sobre nuestros objetivos vitales. Son días de reencontrarse con uno mismo, recapacitar sobre la familia, amigos, la pareja, el trabajo, si se han cumplido nuestras expectativas, nuestras ilusiones e intentamos hacer planes para el nuevo año llenos de buenas intenciones. Es buen momento para ponerse objetivos y metas a realizar durante el año que va a dar comienzo: a qué perder miedo, a quién amar, cómo, a qué nos vamos a dedicar, qué cosas no hemos hecho y nos gustaría realizar… Intentamos algo así como borrón y cuenta nueva. Son fechas en las que se generan emociones contrapuestas en función del balance de cada uno.

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (19 diciembre 2018). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Para algunas personas, por diferentes motivos, pensar que ha pasado otro año supone frustración o dolor y para adaptarse a ello nada mejor que asumir que no siempre podemos conseguir nuestros deseos, distinguir entre deseo y necesidad, y aceptar lo que no podemos cambiar poniendo empeño en lo que sí.

El sufrimiento psicológico

La mayor parte de nuestro sufrimiento psicológico procede del intento de evitarlo, pero no es posible no divagar y mantener la mente en blanco, no tener emociones, huir del dolor, retirarnos del mundanal ruido…. Es bueno generar hábitos, tener apoyos sociales, proponer objetivos realistas y asumir las frustraciones insolubles además de trabajar en la plena conciencia: aquí y ahora.

La sociedad actual es muy cambiante y nos pone a prueba con numerosas situaciones de estrés. Años atrás el único estrés existente era el de la supervivencia, sin embargo nuestra tendencia en este momento es estar continuamente en alerta produciéndose por ello más problemas de adaptación. Divagar, pensar y planificar crean ansiedad y dificultan disfrutar del presente.