A lo largo del ciclo vital, es común presentar algún tipo de disfunción sexual que va a incidir de forma negativa en la calidad de vida. Además los problemas sexuales no sólo repercuten en quien lo sufre, sino que también se va a encontrar afectada la pareja y, por ende, el entorno familiar y social.

Nuestra sociedad reconoce que la salud sexual es un derecho del ciudadano y que debe ser abordada cuando se presentan problemas. Desde la aparición de tratamientos psicológicos y de medicación, especialmente indicados para algunas disfunciones sexuales, han sido muchos los estudios que se han realizado para ayudar mejorar la vida sexual a todas aquellas personas que lo solicitan. Lamentablemente, los estudios hechos en este área, se han dado, fundamentalmente, en la respuesta sexual masculina, postergando la mejora en la femenina.

Dificultades para abordar la conducta sexual como tema de salud

La sexualidad, por su grado de intimidad y privacidad, ha hecho que sea difícil abordarla por los profesionales de la salud debido al miedo a despertar recelos cuando si lo que se le pregunta a quien pide ayuda no guarda una relación estrecha con el motivo de consulta. Igualmente, por parte de la persona también genera ansiedad, vergüenza o culpa que complica su abordaje terapéutico.

Las dificultades con las que suelen encontrarse los profesionales de la salud ante la sexualidad de sus pacientes pueden ser inherentes al propio sistema público de salud, al profesional o al proceder del paciente. Muchas veces tales obstáculos tienen un efecto sumatorio que hace que la sexualidad del paciente quede al margen del interés y ayuda profesional.

Dificultades por parte del Sistema Nacional de Salud

La salud sexual, como elemento integrado en el estado de bienestar global del individuo, no tiene una consideración prioritaria en los planes de salud. Los problemas derivados de la sexualidad, en el mejor de los casos, pueden ser detectados, pero no se dedican suficientes recursos públicos para su abordaje.

Los centros de salud no suelen disponer de una infraestructura que garantice la confidencialidad necesaria, aunque en ocasiones son los profesionales, con sus actitudes o sus omisiones, quienes no favorecen un clima adecuado. Igualmente, la escasez de tiempo de duración de las consultas o lo dilatado en propiciar su seguimiento, por una inadecuación o carencia de recursos dificulta un abordaje integral de la salud sexual de las personas por parte del profesional sanitario.

Las condiciones de trabajo en el sistema público dificultan poder llevar a cabo actividades preventivas y de orientación sobre temas sexológicos y reproductivos. Existe, igualmente, una escasa interacción entre los sistemas sanitario y educativo para implantar en las escuelas e institutos modelos que incorporen de forma sistemática y efectiva toda la información sexual que requieren nuestros jóvenes.

Dificultades del por parte del profesional sanitario

Los planes de formación han mostrado escaso interés por la sexualidad. Existe una buena formación anatómico-fisiológica pero los conocimientos sobre sexología clínica en la atención primaria son escasos. Su área de competencias se centra excesivamente en la patología médica, en especial en las enfermedades mayores (hipertensión arterial, diabetes, dislipemias…) en perjuicio de otros aspectos también fundamentales de la salud integral del sujeto como la salud sexual, mental y laboral.

Observamos, igualmente, dificultades del profesional médico para abordar la sexualidad debido a que sigue constituyendo un tema tabú́ en la cultura médica o un temor a ser juzgado negativamente por los pacientes o por los propios colegas. Por todo ello, un abordaje multidisciplinar por parte de un psicólogo, experto en sexualidad, puede dar un tratamiento más eficaz, ya que ambos se pueden complementar en ayudar al paciente en aquellas áreas en las que cada uno está más versado.

Dificultades por parte del paciente

Se desconoce, en general, que algunas disfunciones de la esfera sexual pueden ser síntomas centinela de alguna enfermedad (por ej., la disfunción eréctil puede ser síntoma de alerta de un problema cardiovascular dos años antes de producirse un infarto). Se tienen carencias importantes en cuanto a información y educación sexual con tendencia a una excesiva genitalización de la sexualidad.

Una buena y eficaz educación sexual desde jóvenes ayudarían a superar ciertos tabúes presentes en la sociedad que, aunque en ocasiones puedan parecer arcaicos y casi inexistentes, todavía hay un gran número de personas que les condiciona enormemente en su vida, como por ejemplo, que el paciente niegue por creencias religiosas o convicciones morales que identifican la sexualidad exclusivamente con la función reproductora. Igualmente, existe también pudor para plantear al profesional sanitario aspectos sobre la intimidad sexual por miedo a ser juzgado por el técnico, a que otra persona conozca sus tendencias, sus problemas o sus dificultades sexuales o por vulneración de la confidencialidad por parte de los profesionales que le asisten.

Suele existir, igualmente, el obstáculo de la presencia de una tercera persona, como puede ser la presencia de la enfermera, en los médicos de atención primaria, que haría más difícil al paciente la expresión de sus problemas sexuales.

Colaboración: David Cueto Marcos (Psicólogo de CEPTECO).

Leer articulo completo (provisionalmente deshabilitado): ileon.com (21 enero 2016)