Por querer tener los objetos en una estantería perfectamente alineados no se tiene un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Tampoco es del todo negativo que se utilicen etiquetas diagnósticas en la vida cotidiana ya que, de alguna manera, se dan a conocer al público general. En la práctica clínica, sufrir este trastorno resulta, en ocasiones, incapacitante para muchas personas. Se calcula que la prevalencia está entre un 1,5% y un 3% de toda la población mundial con diferentes grados de severidad claro. 

Aunque lo que más llame la atención de esta problemática sea las conductas y sus consecuencias (personas que tienen la manos despellejadas por lavarlas tanto), muchas veces este trastorno no se ve a simple vista. 

Imaginanemos que antes de salir de casa, el clásico “llaves, móvil, cartera” que muchos hacemos se elevara como a unas 20 o 30 cosas más, algunas de ellas casi irreales o mágicas (“si no toco el pomo de la puerta 10 veces antes de salir mi madre morirá”). Hacer una lista mental o una lista de comprobación demasiado larga o inflexible, cuya imposibilidad de realización produce un grandísimo sufrimiento. Sería una inflexibilidad mental llevada al extremo, compensando esta incapacidad de cumplir requisitos mentales con rituales elaborados que drenan una grandísima cantidad de tiempo y energía. Y como casi todos los trastornos, no suele aparecer de repente de un día para otro, sino que normalmente existen rasgos de personalidad que predisponen a su aparición que van cristalizando poco a poco hasta pasar el punto de corte patológico si las condiciones externas promueven a ello.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (31 mayo 2023). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Ansiedad y TOC

El TOC tiene un componente relacionado con la ansiedad muy elevado. Aunque tiene una etiqueta diagnóstica diferenciada a la de ansiedad, normalmente ambas patologías tienden a confluir. En la infancia y en la primera adolescencia ya se suelen ver algunos rasgos predisponentes (excesiva rigidez mental, necesidad excesiva de control). Tiende a agravarse sobremanera en los inicios de la vida adulta. La idea principal sería que tenemos un pensamiento intrusivo o recurrente (obsesión) que queremos aliviar o eliminar realizando una conducta (compulsión) según sintamos la emoción asociada a dicha compulsión. Esto tiende a producir un alivio momentáneo, pero a la larga esta asociación, que se va haciendo cada vez más estrecha, entre obsesión y compulsión, acaba por producir esa lista interminable o pensamiento inflexible tal como acabamos de comentar. 

Proceso obsesivo-compulsivo

Nuestro cerebro está diseñado para la búsqueda o exploración constante de nuestro entorno por mera supervivencia. Por lo tanto, una discrepancia o diferencia grande entre lo que detectamos de nuestro entorno y el conocimiento de lo que vemos puede producir conductas compulsivas que nos lleven a lo patológico. Podemos decir que la ruta hacia un trastorno obsesivo compulsivo sería algo como:

  • Ansiedad excesiva producida por la falta de información e impredictibilidad de lo que nos rodea.
  • Generación de conductas compulsivas y rígidas para compensar dicha ansiedad y tener una mayor sensación de control.
  • Si esto se da durante cada vez más tiempo, este hábito consolida los comportamientos compulsivos generados.

Refuerzo, castigo y errores cognitivos

Podemos verlo también desde el prisma del modelo entre el refuerzo y castigo. Ya hemos comentado alguna vez, que en líneas generales, que nuestro cerebro es casi más adicto a la expectativa de la recompensa que la recompensa o el premio en sí mismo. Existen estudios que afirman que vivir un entorno donde existe un castigo excesivo y pocas recompensas produce ciclos de obsesión-compulsión. Si en nuestra predicción del futuro solamente esperamos palos y limitaciones, acabaremos de nuevo sobrecompensando nuestra conducta hacia la evitación a toda costa de las represalias y el sufrimiento posterior. También, como hemos dicho antes un mecanismo de predicción del castigo/recompensa demasiado volátil hace que nos volvamos más literales e inflexibles, aumentando el riesgo de aparición del trastorno obsesivo compulsivo.

Existen también teorías psicológicas sobre qué tipos de errores cognitivos son más frecuentes en estas circunstancias:

  • Flexibilidad cognitiva: como comentamos anteriormente, un excesivo nivel de rigidez mental puede acabar en este tipo de patología.
  • Procesamiento de la amenaza/huir del daño: ver el mundo como excesivamente peligroso y hostil también es un factor de riesgo.
  • Formación de hábito/planificación hacia la consecución de objetivos: tal como ocurría con las rumiaciones, tener objetivos irreales o más planteados puede producir bucles obsesivos.
  • Errores de monitorización: básicamente serían los fallos en el procesamiento de la realidad de nuestro entorno.
  • Inhibición de respuesta: problemas en el control de los impulsos, con lo que esta desinhibición descontrolada termina por pasarnos factura en forma de compulsiones disfuncionales (mirar el móvil sin parar, por ejemplo).

Y a nivel cerebral, todavía no está del todo claro de la neurobiología del TOC pero se ha comprobado que existen desequilibrios (ya sea por hipoactividad o hiperactividad) en diferentes circuitos cerebrales, por ejemplo en la inhibición de los lóbulos frontales.

Alternativas al TOC

La evidencia empírica muestra que la mejor aproximación sería la terapia psicológica aunada con la medicación, si la gravedad así lo requiere. Los datos muestran que suele ser un trastorno difícil de tratar, con altas tasas de reincidencia y que no es raro que la efectividad de los tratamientos sea limitada. 

El hábito compulsivo no es fácil de erradicar. La medicación por si sola tampoco suele producir buenos resultados, suele combinarse con tratamientos denominados de exposición y prevención de respuesta. Estos consisten en hacer una jerarquía previa de situaciones que generen malestar (no comprobar que nos hemos dejado la luz encendida de casa), para así explicar que de alguna forma hay que aguantar la necesidad de hacer la conducta compulsiva. 

Básicamente, sería evitar a toda la cosa esa compulsión durante el pico del estado obsesivo para romper esa asociación normalmente muy asentada. El malestar que tenemos por no cumplir tenderá a desaparecer si cambiamos esa rutina mental preestablecida, ya que esas sensaciones de “me moriré que si no hago esto o compruebo lo otro” suele ser una especie de truco de nuestro cerebro para seguir haciendo su rutina. 

El malestar que sentimos desde luego que es real, pero no creo que nos muramos por ello. Dicha prevención de respuesta promueve elecciones más racionales y menos distorsionadas a toda esa pléyade de pensamientos intrusivos que a cualquier persona (tengamos este trastorno o no) nos asaltan. La medicación, especialmente lo que se llaman inhibidores de la recaptación de la serotonina (y mal llamados antidepresivos) ayudaría a resolver el desequilibrio bioquímico entre premio y castigo mencionado anteriormente.

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Referencias:

  • Ahmari, S. E., & Rauch, S. L. (2022). The prefrontal cortex and OCD. Neuropsychopharmacology, 47(1), 211-224.
  • Sakai, Y., Sakai, Y., Abe, Y., Narumoto, J., & Tanaka, S. C. (2022). Memory trace imbalance in reinforcement and punishment systems can reinforce implicit choices leading to obsessive-compulsive behavior. Cell Reports, 40(9), 111275.