Aunque a paso lento el ritmo de vacunación va avanzando y, en principio, parece que el próximo verano volveremos al ritmo normal de vacaciones, eventos, festivales de música… Por todas partes se habla de las secuelas del COVID y cómo diagnósticos de trastornos mentales tipo ansiedad y depresión se han elevado, con el consiguiente consumo récord de psicofármacos. ¿Podemos predecir cómo vamos a evolucionar?

La situación provocada por la pandemia ha sido, y sigue siendo, profundamente traumática para las sociedades occidentales. Con algunas excepciones, gran parte de las generaciones (sobre todo los más jóvenes) nunca habían vivido situaciones como un toque de queda o el control de movimiento entre ciudades. Se suele decir que el ser humano se acaba acostumbrando a todo, y aunque esto sea cierto, casi nunca explica el peaje que se paga por acostumbrarse a ello.

La crisis económica asociada empeorará la situación. Somos un país con graves problemas estructurales en la creación de empleo. A lo largo de toda la historia se ha visto como la falta de expectativas económicas y laborales satisfactorias son el combustible para una radicalización y discursos populistas y extremistas. Por ello, es obligación de las estructuras del Estado procurar apoyo y cuidado, sobre todo a los más vulnerables.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto vía telemática (2 junio 2021). Audio cortesía de Jorge Martínez y Javier Chamorro.

El mensaje institucional

Se nos ha estado diciendo que de esta situación «saldremos mejores» apelando al sentimiento tan humano de compasión y de ayuda al prójimo. Pero solo hace falta echar un vistazo a las noticias para ver la política tan caldeada o mirar a nuestro entorno para ver a muchas personas pasándolo mal. ¿Realmente se saldrá mejor de esta situación?

En un estudio publicado hace algunos meses encuestando a personas con hijos de entre 6 y 16 años a su cargo en Portugal y Reino Unido, presentaron un concepto denominado crecimiento «post-traumático», un poco como la idea estoica de que una vida sin sufrimiento no merece la pena ser vivida. Primeramente, casi el 90% dijeron que habían podido sacar algo positivo de las restricciones impuestas por la pandemia.

Ahondando en áreas más específicas, casi un 50% dijo que había notado una mejora en las relaciones familiares, al estar más tiempo juntos y conocerse mejor sin el frenesí de la vida diaria. Un 22% describía un aumento en apreciar las cosas simples de la vida, un 16% un crecimiento espiritual y existencial, y un 11% vio que la pandemia era una oportunidad para descubrir nuevas oportunidades y posibilidades.

Aunque obviamente los porcentajes no sean espectaculares, podemos ver que muchas personas y núcleos familiares han intentado tener un enfoque menos plañidero. La idea sería que en la vida siempre habrá situaciones que nos desagraden, planes que salgan mal, tragedias… y que podemos entrenarnos para, sin el pensamiento mágico de «todo saldrá bien porque lo deseo muy fuerte», ser más fuertes mentalmente.

Consecuencias negativas a medio y largo plazo

Se ha visto de manera clara que para aquellas personas diagnosticadas con un problema mental, un entorno familiar desestructurado o la pérdida del trabajo, este año de pandemia ha sido realmente demoledor. En toda intervención psicológica, las pautas de higiene del sueño, alimentación sana, deporte regular, vida social enriquecedora son unos grandes predictores de recuperación. Por ello, que todas estas rutinas se vean trastocadas generan una grandísima incertidumbre a personas ya con dificultades para mantener una vida sana y equilibrada.

La evasión y el escapismo de las adicciones son desgraciadamente un mecanismo de afrontamiento muy común, en donde la recompensa inmediata prevalece sobre el esfuerzo a largo plazo, siendo esto muy perjudicial a nuestro organismo. Aunque muchas personas conseguirán estabilizarse y recuperarse, para otras muchas (como por ejemplo niños pequeños en etapas clave de neurodesarrollo) lamentablemente arrastrarán secuelas durante toda su vida. Por ello, como he dicho antes, las instituciones tienen la obligación de cuidar y ayudar a toda persona en riesgo.

Evidencias científicas sobre las secuelas de la enfermedad

En la comunidad médica ya existe el llamado «Síndrome post-COVID» para dar una etiqueta y un tratamiento a esa miríada de síntomas. Además esto ocurre a muchísimas personas que ni han sufrido un COVID grave que requiera de hospitalización o que no tenían otras enfermedades asociadas consideradas de riesgo de esta enfermedad. Los síntomas van desde los más comunes como fatiga y lo que se podría llamar como una «niebla mental» hasta más específicos como problemas neurológicos más graves, problemas de olfato o gusto, respiratorios… Se ha visto como casi un tercio de las personas diagnosticadas con este síndrome tienen problemas para realizar una vida normal, con lo que, otra vez, el sistema sanitario tiene que estar al tanto de todas estas necesidades y no dejar a atrás a estas personas una vez que el pico de la pandemia termine.

Referencias:

  • Stallard, P., Pereira, A.I. y Barros, L. (2021). Post-traumatic growth during the COVID-19 pandemic in carers of children in Portugal and the UK: cross-sectional online survey. BJPsych Open7(1).
  • Vanichkachorn, G. y otros (2021, May). Post COVID-19 Syndrome (Long Haul Syndrome): Description of a Multidisciplinary Clinic at the Mayo Clinic and Characteristics of the Initial Patient Cohort. In Mayo ClinicProceedings. Elsevier.