La soledad es un problema de salud pública. Estar solo de forma no voluntaria genera ansiedad, una discrepancia percibida entre nuestros entre los deseos y la realidad de la calidad de las relaciones sociales de cualquier persona. Es decir, existe un componente subjetivo (nuestras expectativas y esperanzas) y por ello a veces puede resultar difícil marcar el punto de corte de ese malestar; pero lo que sí está claro que un alto sentimiento de soledad correlaciona positivamente con problemas cardiovasculares, demencias, ansiedad, depresión, ideación suicida, y en términos generales, un aumento global del la probabilidad de mortalidad del 30%.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (14 diciembre 2022). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Aislamiento social y soledad

La soledad no es lo mismo que el aislamiento social, sobre todo en por el contexto de donde venimos de la pandemia y el confinamiento. No pocas personas mostraron sentimiento de alivio en el parón de muchas obligaciones sociales y laborales que hubo en su momento. Aún así, si el aislamiento social no es autoimpuesto por elección o este tiene poca calidad (factores de riesgo de exclusión, problemas económicos, falta de red de apoyo, sintomatología de enfermedad mental como adicciones…), este aislamiento tenderá a ser una bomba de relojería que dispare los sentimientos de soledad y todas las patologías asociadas nombradas anteriormente.

Algunos autores comentan que los mecanismos neurobiológicos asociados a la soledad pueden mejorar la supervivencia del individuo debido a que suelen existir mayores niveles de hipersensibilidad al entorno, motivándonos a encontrar conexiones sociales con estrategias más sofisticadas. Evidentemente, esta hipervigilancia se puede volver en contra nuestra si no es gestionada de una manera apropiada. Por poner un ejemplo clásico, está estudiado que en la creatividad, la soledad bien gestionada suele ser un requisito básico, debido a la gran dificultad intrínseca que tiene cualquier proceso creativo, en donde la introspección y la evitación de distractores presentes en la soledad son generalmente necesarias para cualquier técnica creativa.

Soledad y mecanismos neurobiológicos

Neurológicamente está estudiado que se producen cambios en los circuitos cerebrales y en biomarcadores del cuerpo, y llevándolo al lado negativo, por ejemplo está demostrado que existe una correlación inversa entre soledad e inteligencia emocional, en donde individuos socialmente muy aislados suelen tener problemas de generar nuevos vínculos y de una buena autorregulación emocional. Es una pescadilla que se muerde la cola, si una o uno no tiene un refuerzo social mínimo, muchos circuitos cerebrales se atrofian. Tenemos los ejemplos extremos con los terribles casos que aparecen de tanto en tanto de niñas y niños salvajes o encerrados durante años, en donde el saltarse esas ventanas críticas de aprendizaje que tiene el cerebro hace que luego sea virtualmente imposible reinsertarlos en la sociedad por los grandes problemas que suele haber en áreas de conducta, socialización, pensamiento abstracto o lenguaje.

Desarrollo y soledad

Debido a las épocas críticas de aprendizaje, cuanto más jóvenes más sensible y más cambios se están produciendo en nuestro cerebro, en donde también se ha visto que un abandono o negligencia grave solamente en los primeros meses de vida de un bebé puede provocar problemas cuasi irreversibles, de apego por ejemplo, durante toda la vida. Otro aspecto a recalcar sería la soledad adolescentes, ya que en esta época somos generalmente hipersensibles a la conducta social, en donde la creación de nuestra identidad se basa en gran parte en el aprendizaje de modelos de socialización y de referentes en los que basar nuestra conducta.

La pandemia ha supuesto un gran problema para esta población adolescente, en donde existen estadísticas de que un 80% de jóvenes menores de 18 años reportan sentimientos de soledad que interfieren con su vida diaria, mientras que en la población general este porcentaje estaría entre el 15-30%. Se ha hablado también de que las redes sociales generan sentimientos de pertenencia y unión (por ejemplo personas homosexuales que viven en zonas rurales aisladas), pero en una pantalla todo está filtrado para captar nuestra atención a través de trucos y engaños cognitivos; con lo que hay que enseñar a los jóvenes que la socialización on-line es un complemento de la física, no a la inversa, como parece que se promueve desde algunos sitios.

Siguiendo con la sensibilidad según las franjas de población, también hay que destacar la problemática de la soledad en mayores de 65 años, núcleo de población que sigue aumentando día a día y en donde ya la OMS está avisando que se viene un problema de salud pública en países occidentales por la mayor prevalencia de demencias en ese núcleo de población. Es tremendamente importante dar una jubilación de calidad a nuestros mayores, generando políticas que aumenten su red de apoyo y un sentido de transcendencia vital, que suelen dos de las mayores áreas de protección ante la soledad patológica. 

Es por ello que debemos centrarnos primeramente o en jóvenes o en mayores, porque el daño que produce la soledad suele ser más devastador y problemático a largo plazo. E insisto, la tecnología y las redes sociales ayudan y pueden ser una panacea, pero también su uso excesivo genera alienación y núcleos de socialización demasiado bunkerizados como para ser sanos para cualquier individuo (como foros de extremistas o conspiranoicos). 

Bibliografía:

  • Dunn, C., & Sicouri, G. (2022). The relationship between loneliness and depressive symptoms in children and adolescents: A meta-analysis. Behaviour Change, 39(3), 134-145.
  • Lam, J. A., Murray, E. R., Yu, K. E., Ramsey, M., Nguyen, T. T., Mishra, J., Martis, M., Thomas, L.T., & Lee, E. E. (2021). Neurobiology of loneliness: a systematic review. Neuropsychopharmacology, 46(11), 1873-1887.