Nuestra concepción judeocristiana del mundo, con la idea de que todos los humanos nacemos con un pecado original que Jesús redimió con sus sacrificio en la cruz, ha afectado en la visión del mundo que nos rodea, a pesar de que cada vez somos un país menos creyente. Mucho se ha escrito sobre los mecanismos de control social de diferentes instituciones a lo largo de la época, especialmente el sacramento de la confesión, en donde se nos absuelve de la culpa de los pecados. Y no es para nada descabellado decir que el auge de la terapia que ha ocurrido en las últimas décadas en el mundo occidental (de mayoría de religión cristiana) entronca con esa sensación de alivio de la carga que tenemos al ventilar esas faltas.

Dejando de lado este aspecto antropológico y enfocándonos más en los aspectos psicológicos,  la culpa es un mecanismo biológico perfectamente adaptativo para la vida en sociedad que aparece ya en las primeras etapas de neurodesarrollo en la infancia. El sentido de culpa y responsabilidad ayuda a generar la idea de un Yo, de un individuo con responsabilidad individual en el mundo que nos rodea y que nos ayuda a crear lazos afectivos con nuestras primeras figuras de apego.

Más de Uno León con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (3 mayo 2023). Audio cortesía de Jorge Martínez.

Aspectos positivos

Hay suficientes estudios que afirman la existencia de una corrrelación positiva entre tener sentimientos de culpa y realizar menos delitos económicos o estafas. También, predice una mejor adaptación social en la adolescencia y es también su presencia en buen pronóstico en la reparación y resolución de conflictos. A grandes rasgos, no existe una negociación o mediación exitosa sin que las partes renuncien a ciertas demandas o exigencias para hacer que esa negociación llegue a buen puerto. Y la culpa es un componente fundamental en ese proceso de introspección de nuestros errores, que nos ayuda a analizar en donde quizás estemos siendo demasiado inflexibles, donde hemos podido haber fallado y nos ayuda a empatizar sobre las demandas y necesidades de la otra parte.

También se ha estudiado que la falta de sentimientos de culpa es también predictor de conducta antisocial para las agresiones o en reinserción de homicidas. 

Por otra parte, existe una especie de corriente ideológica que aboga por eliminar cualquier barrera judicial o estatal y que todo sea una lucha sin cuartel de todos contra todos, donde impere la idea del más fuerte, todo ello basado en una visión distorsionada de la palabra “libertad”. Las personas que comparten esta ideología deberían escuchar por ejemplo a la famosa, y ya fallecida, antropóloga Margaret Mead, que decía que el primer signo de civilización fue cuidar y sanar a alguien enfermo o herido, y no abandonarlo a su suerte como muchas especies salvajes hacen.

Diferencias individuales

El sentido de la culpa no es que tenga exclusividad en nuestra cultura, pero sí que tiene quizás matices diferentes según la parte del mundo que nos encontremos. Por ejemplo, en sociedades asiáticas, generalmente más colectivistas, las personas refieren un miedo mayor a traicionar y avergonzar a su clan o familia, mientras que en nuestra sociedad la culpa iría más hacia un sentido más individual que suele producir un sentido de menor autoestima o autoconcepto. Por tanto, es sumamente importante analizar la crianza recibida, en donde también hay estudios que predicen que una educación demasiado punitiva y basada en avergonzar o poner en evidencia los errores de niñas y niños, tiende a generar adultos menos autorregulados emocionalmente y mayor probabilidad de sufrir enfermedades mentales como la depresión o la ansiedad.

Además, existen también evidencias de que, culturalmente, las mujeres suelen referir mayor sentimientos de culpa, y esto se ha visto en un estudio hecho en España con adolescentes. Cualquier persona que trabaje con esa franja de edad (psicopedagogos, profesores, entrenadores..) puede ver que las expectativas que tienen las chicas son mayores que los chicos. 

De hecho, se ha pasado por ejemplo de que la mujer tiene que estar en casa cuidando a la prole a que esta puede entrar en la vida laboral igual que el hombre. No obstante, no es nada raro leer como se culpa a esta nueva vida individual de las mujeres de la baja natalidad en España. O como, en cuanto conductas sexuales, se observa con mucho más escrutinio las actitudes de las mujeres, en el físico, en donde cada pequeña parte de la cara o del cuerpo es bombardeada por la publicidad para alcanzar un canon estético irreal e inalcanzable.

Identificar la manipulación para hacernos sentir culpables

Es necesario que estemos atentos y entrenados ante esos intentos de manipulación que no suelen tener buenas intenciones. El intento más claro sería lo que se conoce como chantaje emocional, basado en la idea de “tus actos o la ausencia de ellos es lo que provoca mi malestar emocional”. Ciertamente, vivimos en un mundo de reciprocidad conductual y es verdad que nuestros actos generan consecuencias, pero habría que identificar el patrón. Desde medios de comunicación hasta en individuos se nos apela constantemente a supuestos fallos en un volumen que va más allá de algo puntual, es evidente que se nos está manipulando.

Alguien nos puede herir con algún comentario hacia nuestra labor profesional, se puede manejar de manera asertiva buscando puentes de comunicación, sin revolverse o atacar al sentirnos heridos. Somos humanos y errar forma parte de nuestra naturaleza. Pero si constantemente estamos recibiendo mensajes de “no paro de sentirme mal por tu culpa” y no estamos realizando conductas evidentes de maltrato físico o emocional, suele ser un medidor de que la otra persona prefiere apelar al victimismo antes que a la responsabilidad individual. Por ello, es tan importante rodearse de gente capaz de reconocer sus errores pero no estar todo el día dándose latigazos por ello, personas que nos critiquen pero a la vez nos acepten y nos quieran incondicionalmente, sin esos “peros” que muchas veces vienen también en halagos o muestras de cariño. La vida es ya demasiado complicada como para que nuestro entorno se dedique únicamente a vigilar y castigarnos.

Bibliografía:

  • Chang, L. J., Smith, A., Dufwenberg, M., & Sanfey, A. G. (2011). Triangulating the neural, psychological, and economic bases of guilt aversion. Neuron, 70(3), 560-572.
  • Etxebarria, I., Ortiz, M. J., Conejero, S., & Pascual, A. (2009). Intensity of habitual guilt in men and women: Differences in interpersonal sensitivity and the tendency towards anxious-aggressive guilt. The Spanish Journal of Psychology, 12(2), 540-554.