El término inteligencia emocional fue acuñado por Payne (1985) pero no se popularizó hasta que Goleman publicó el libro con el mismo nombre. Pretende tomar conciencia de nuestras emociones, comprender las ajenas, ser capaz de controlarlas para superar las frustraciones, saber relacionarnos con los demás y tomar decisiones de forma adaptativa.
Emociones humanas
Fundamentalmente las emociones humanas son alegría, tristeza, enfado y miedo. Otras dos son también universales como el asco, que nos avisa adaptativamente de lo que no debemos comer, y la sorpresa, que nos prepara para la respuesta de las otras emociones principales.
Para crear emociones intensas el camino va desde la zona talámica, la amígdala hasta la zona prefrontal del cerebro de forma muy rápida (pocos milisegundos). Dicha respuesta es como una autopista dado que como especie hemos sobrevivido gracias a este proceso de alerta.
León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (16 octubre 2013). Audio cortesía de Nacho Arias.
¿Se puede aprender a controlar las emociones?
Se puede ya que es síntoma de madurez e inteligencia emocional. No obstante depende también de la forma en la que el propio sistema nervioso de cada persona responde ante el entorno y la memoria que tiene sobre su aprendizaje durante la infancia, sobre todo si se han sufrido traumas o recuerdos emocionales intensos (abusos sexuales, abandono, maltrato…)
Hay personas que valoran los refuerzos/placer de forma inmediata y otras que son capaces de esperar un tiempo (incluso años) para conseguirlo. Tienen más éxito los segundos. Otras personas son capaces de disfrutar mediante el principio del placer y otras mediante la evitación del dolor. Tienen más éxito los primeros ya que los que evitan el dolor suelen estar más ansiosos y tensos ante el mundo que les rodea.
¿Cómo se pueden modificar las emociones tóxicas?
Si crear emociones intensas es fácil, el recorrido para aprender a controlarlas es como un camino de tierra sin señales ni signos que nos digan cómo hacerlo. Sería conveniente que aprendieramos a desactivarlas cuando son nocivas:
- Saber cuáles son y las motivaciones que las rigen.
- Aceptar las frustraciones como elemento natural de nuestra existencia.
- Saber interpretarlas y canalizarlas de una forma racional para generar una respuesta adaptativa.
- Intentar que no me generen demasiada intensidad, frecuencia o duración emocional en el futuro.