Los humanos tenemos la función de divagar y pensar en varias cosas de forma desordenada. Estamos programados para ser infelices y estar divagando en posibles peligros ya que el dolor es más adaptativo que el placer. Dichas conductas divagatorias nos pueden conducir a estados de infelicidad.
Como especie tenemos una alarma de incendios en nuestro cerebro que nos hace pensar lo que nos pasó y lo que nos podría pasar. Gracias esto hemos sobrevivido como especie. Además, tenemos la capacidad de amar a los seres queridos y esto hace que, además de por nosotros, también nos preocupemos y divaguemos también por lo que les podría pasar a nuestros seres queridos.
Existen múltiples estudios que nos dicen que nuestro cerebro nunca descansa. En un estudio de Gilbert, que usó una App para preguntar a 2.250 personas que pensaban concluyó que pasamos casi un 50% del día divagando. Cuanto más divagamos mayor suele ser nuestra infelicidad. Somos más felices cuando hacemos el amor, practicamos ejercicios físicos o mantenemos una conversación y menos felices cuando descansamos, trabajamos o utilizamos el ordenador en la casa.
Audio: León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (17 mayo 2017). Cortesía de Jorge Martínez.
Divagaciones y obsesiones
Dichas divagaciones se convierten en obsesiones cuando son muy frecuentes, intensas o duraderas, cuando no podemos quitarnos de la cabeza aunque sean absurdas o inapropiadas (orden, limpieza, comprobaciones, padecer una enfermedad, visiones catastróficas si no hacemos tal o cual cosa). Empeoran cuando les siguen las compulsiones, que es una respuesta ritual (pensamientos o conducta) que hace que la ansiedad que produce la obsesión se mitigue provisionalmente mientras se realice la conducta de alivio pero después vuelve a preocuparnos recurrentemente. Por ejemplo, lavarnos las manos después de haber tocado algo que consideramos contaminado, comprobar repetidamente si hemos cerrado la puerta de casa/coche, encender una vela cuando alguien viaja, son elementos que tienen su base en supersticiones.
Evitar divagaciones negativas
Sería razonable evitar preocuparnos en exceso por el trabajo, los estudios, el bienestar de la familia, los hijos, problemas económicos, conflictos con los vecinos… ya que solemos dramatizar demasiado en cosas que casi nunca nos van a pasar. Las preocupaciones son un intento de solucionar problemas reales de la vida cotidiana, aunque a veces pueden dispararse y provocar ansiedad. En cambio las divagaciones negativas y las obsesiones no pretenden solucionar ningún problema, sino que ellas mismas son el problema.
Podríamos, igualmente, evitar el excesivo control por lo que nos pase. Actualmente, no existen grandes peligros en nuestra sociedad actual ya que somos una sociedad bastante solidaria. Evitar las conductas compulsivas o comprobatorias de las ideaciones dramáticas que nos vengan a la mente también podría ayudarnos a evitar amargarnos la vida. Una estrategia eficaz también podría ser enseñar y entrenar a la mente a aprender a estar plenamente presentes en el aquí y ahora (mindfunles).
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