Una posición de estatus e influencia da gran visibilidad social a la persona que lo posee, y eso facilita mucho más cosas a la hora de encontrar un/a compañero/a sexual. Analizamos la erótica del poder, poniendo en tela de juicio todos sus mitos con la ayuda de los psicólogos de Cepteco.
De todos es sabido, aunque quizás no por todos compartido, que a mayor poder, mayor atractivo, o lo que es lo mismo, más facilidades a la hora de provocar un encuentro sexual. Innumerables casos avalan esta proposición, que va tomando fuerza cuanto más grande es el nivel económico que reconoce ese poder, político, social, de masas al fin y al cabo. Y, a la par, mayores son también las diferencias en la edad de los poderosos con sus concubinas/os y amantes, y viceversa. Curioso: la proporción de la riqueza de los poderosos y de su posición en la sociedad es inversamente proporcional a la edad de algunas de sus conquistas, obnubiladas con estar en determinado momento con el político o empresario de turno.
«Este concepto consiste en la atracción y el deseo que las personas con gran estatus e influencia ejercen sobre los demás. Es algo que desde los primeros estadios evolutivos del ser humano ya se pudo observar, donde el jefe y el más poderoso de la manada era el que tenía más a disposición la procreación con mayor número de hembras, y esto se puede interpolar a la mayoría de especies de mamíferos que existen en la actualidad», explica David Cueto, psicólogo sanitario de Cepteco (Centro Psicológico de Terapia de Conducta) en León.
Pero, ¿por qué el poder nos hace más atractivos?
Según Miguel Ángel y David, psicólogos profesionales en terapia de conducta, existe varios motivos por los que las personas podamos sentirnos atraídas por otras más poderosas. «Primeramente, una persona con poder proyecta seguridad en sí misma, confianza en sus capacidades, y esto suele gustar a la mayoría de la gente. También podría ser que aquellos que se minusvaloren a sí mismos en un área concreta de su personalidad sientan gran atracción hacia los que demuestran una gran fortaleza en aquello de lo que se carece, y que juntándose a esta persona esa sensación de debilidad se desvanezca», apunta Miguel Ángel Cueto.
En definitiva, «cada uno suele tener un grado de atracción hacia características concretas que por el motivo que sea nos resulte altamente estimulante, pero lo que no cabe duda es que las personas poderosas cumplen muchas de las características que suelen ser consideradas atrayentes para los demás», añade el psicólogo clínico.
Fundamentos de la erótica del poder. Fuera mitos
Los profesionales del centro Cepteco aseguran que aunque la estampa más típica y que suele llamar la atención son el de una modelo joven y guapa con un varón de edad avanzada y con mucho dinero, esto también pasa a la inversa. «Estar junto a una persona con estatus y dinero suele significar una vida con menos agobios y quebraderos de la cabeza para el o la acompañante de este», declaran.
«Hay que matizar que no solamente el dinero o el poder político atrae sino que una eminencia en algún campo o referente en movimientos culturales o artísticos es también de gran atractivo, ya que toda persona revolucionaria atrae por su inteligencia e innovación. Tanto hombres como mujeres dependiendo de nuestros objetivos vitales y personalidad nos sentimos atraídos por gente influyente, unas personas valorarán más el dinero y la comodidad que éste conlleva y otras las inquietudes culturales de su pareja», completan Miguel Ángel y David Cueto.
Más sexo y más fácil con poder
Una posición de estatus e influencia da gran visibilidad social a la persona que lo posee y eso facilita mucho más cosas a la hora de encontrar un/a compañero/a sexual. «Esto se suma a todos los motivos que hemos explicado antes de la erótica del poder y de la atracción que esta conlleva. Pienso que a mayor poder más facilidad para tener sexo», declara Miguel Ángel Cueto, secretario general de fundación española de sociedades de sexología.
El experto hace un apunte interesante, ya que estamos en época electoral: «En el año 2008 se divulgó una encuesta realizada por Sigma Dos sobre hábitos sexuales y voto político y, entre otros, señalaba que «los triunfos electorales y deportivos también marcan la vida sexual… Los hombres que votan a partidos distintos del PP y el PSOE obtienen mucho placer en las relaciones sexuales (42%), frente al 31% de los que votan al PSOE y un 29% de los que votan al PP… En las mujeres se iguala esa proporción: un 33% de las que votan al PP afirmaban obtener mucho placer en las relaciones sexuales, frente al 28% de las que se decantaban por el PSOE… Igualmente, los hombres agnósticos y no practicantes disfrutaban mucho de sus relaciones sexuales (89%), frente a los practicantes (29%). En las mujeres es mayor la tasa de satisfacción entre las no practicantes (35%), y se iguala entre practicantes y agnósticas (27%)» (Los españoles que no votan ni al PP ni al PSOE están más satisfechos sexualmente).
¿Cuándo se acaba la atracción hacia el poderoso?
Otro punto interesante a analizar es la duración de este efecto sexual, de atracción, que ejercen los poderosos sobre determinadas personas menos influyentes. «Es plausible que en un principio muchas personas se puedan sentir deslumbradas ante ese estatus explicado anteriormente, esa influencia que genera la persona con poder. Luego al conocer a la «persona», más que al «personaje» uno se puede sentir decepcionado con lo que encuentra, que ya no es tan excitante como en un principio parecía», explica Miguel Ángel Cueto.
«En general una imagen pública exitosa conlleva un cuidado y una dedicación constante, una pose que marca lo que hay y lo que no hay que hacer para mantener esa autoridad e influencia social sobre los demás, que requiere además una atención continua. El no cuidar esto puede provocar caídas en desgracia que ya no hagan a esa persona atrayente, como por ejemplo el caso de Bill Cosby en EEUU, que ha pasado de ser considerado «el padre de América» a un paria debido a los últimos escándalos», añade.
En definitiva, como apostilla el psicólogo sexólogo profesional, que se mantenga esa erótica del poder «depende de las expectativas que tengamos depositadas en esa persona y lo cierto o incierto de la figura expuesta a la opinión pública, el nivel de congruencia y sinceridad con la auténtica personalidad del poderoso».
Fuente: http://ileon.com (23 mayo 2015).