Me apena observar cómo los recursos para la educación en España, con las reformas del PP, llegarán a ser sólo del 3,9% del PIB al final de la legislatura, como en los años 80, frente al 7% deseable. Estamos en peligro de llegar a ser, en el futuro, un país de analfabetos.
Hacia la privatización educativa
Los argumentos de esta guerra ideológica que enarbola el PP se justifica por la libertad de elección, lo público es ineficiente, habría que usar mecanismos de control, es necesarios bajar los gastos sociales para garantizar un servicio público sostenible.
Para justificar esta disminución en el gasto se alega que la crisis, aprovechando el shock que genera, y lo justifica afirmando que la educación privada es mejor, que es necesario reformar la enseñanza bajo su prisma ya que es el único posible, que habria que reducir el periodo de enseñanza obligatoria, habría que segregar por niveles, reformular el principio de gratuidad mediante el aumento de las subvenciones a la enseñanza privada, que el sector público sólo se utilice para atender sólo a clases bajas, emigrantes y minorías y con alumnos de necesidades educativas especiales o problemas de aprendizaje. Una educación pública subsidiaria de la privada cuya financiación sea cada vez menor con sucesivos recortes, suprimiendo la calidad (más número de alumnos por aula, menos profesores y peor pagados, más horas lectivas y afines, desaparición de programas de refuerzo y de apoyo, sin desdobles…). Todo ello lo vemos junto a una campaña de descredito del profesorado –ya que son unos vagos e incompetentes– y de los sindicatos que los apoyan.
Todas las reformas van encaminadas a recortar los derechos a la educación a toda la ciudadanía basándose en criterios economicistas, donde se debe estudiar lo que «necesita el país».
Esta vertiente neoliberal y neoconservadora cree que la educación debe ser un negocio (mueve dos billones de euros anuales, según la UNESCO), que la escuela pública es de baja calidad, que debe primarse la educación diferenciada y confesional, como hace nuestro ministro de educación, discriminando a la plebe y formando un grupo de élites que controlen el país. Alegan que la educación es demasiado gravosa para mantenerla.
Las justificaciones son una sarta de mentiras
La ciencia económica contradice estas aseveraciones. La confianza de los mercados no se hace con ajustes agresivos que se dice van a producir una superación de la crisis. Pero, ya sabemos, una mentira repetida mil veces…
Justifican que la educación también entra en este saco y hay que «hacer lo que se tiene que hacer». Los que gobiernan los mercados, ya sabemos, lo que quieren es ser cada vez mas ricos, que seamos cada vez más obedientes, cobremos menos para abaratar costes de mano de obra y ser unos consumidores cada vez más estúpidos.
Hacia un nuevo modelo
Pensamos que la educación de un país debe ser pública, gratuita y accesible todos los ciudadanos mejorando los niveles que nuestros padres y que nuestra generación ha propugnado. Actualmente, se está desvirtuando la calidad y es mejor luchar por mejorarla para evitar, luego, arrepentirnos.
Sabemos que la educación es la garantía de no producir asnos en el futuro que sean manejados por líderes corruptos y ambiciosos. Me sumo a luchar por una educación en la que el talento, el esfuerzo y la vocación de nuestros jóvenes sea apoyada en su educación. A que se cambien las normas de juego donde prime una educación pública y gratuita de calidad. Tampoco nos quedan muy lejos países y ejemplos eficaces de este deseo.
Si esta lucha fracasa veremos el RIP de la educación pública y volveremos a principios del siglo XX donde la jerarquía eclesiástica y hoy día los gurús económicos darán educación a un parte mínima de la población. Lo mismo podría decirse de la Sanidad… pero eso es otra historia.