No existe el instinto maternal si es entendido como algo innato o reloj biológico que impulsa a las mujeres a tener hijos, hereditario, común a todos los individuos de una misma especie y adaptado a una finalidad. El tener un hijo está condicionado por factores culturales y sociales.

Tener un hijo es un proyectil que explosiona en la línea de flotación de cualquier matrimonio. Un 67% de las parejas indican una caída precipitada en la satisfacción matrimonial al año de ser padres por primera vez. Supone un cambio enorme de hábitos que dificulta, generalmente, la convivencia.

Si en algún momento desea arreglar un problema con su pareja ni se le ocurra tener un hijo ya que un hijo empeora una mala relación.

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (22 noviembre 2017). Audio cortesía de Jorge Martínez.

¿Queremos a los hijos por igual?

No se les quiere igual sino de forma diferente. No es bueno sentirse culpable. El amor es amplio y no tiene límites. Los límites los pone el rencor que podemos tener cuando ellos hacen cosas que nos molestan (nos despiertan por la noche, nos agotan físicamente, evitan tener un mejor tiempo de calidad con nuestra pareja).

Lo importante es que los hijos se sientan queridos de forma incondicional con las conductas de apego.

No se es peor padre por tener preferencias por uno de ellos. Nunca dos niños tienen infancias iguales aunque nos parezca educarles con los mismos criterios. Hay que educar desde la individualidad. Cada niño es especial y único, con sus propias características como persona. Habría que evitar poner a los hijos (especialmente la mujer) en el centro de la pareja, propio de la cultura mediterránea. Habría que implicar al padre en el cuidado y atención de los hijos: bañen, cambien pañales, jueguen con ellos, les lleven de paseo en el carrito.

El afecto

Es bueno quererles de forma incondicional. Vivir en una relación saludable con nuestra pareja, si la tenemos. Con que haya sólo una persona que les quiera es suficiente. Está demostrado que es tan perjudicial una separación conflictiva como vivir en un matrimonio en guerra, los hijos van a sufrir de la misma manera. La justificación de que no nos separamos por los hijos es falaz, torticera, injusta para los hijos y nefasta para su futuro desarrollo personal.