El deseo sexual es probablemente la variable de la que más se demanda ayuda sexológica, mientras que al mismo tiempo nos encontramos un constructo del que no existe del todo consenso metodológico a la hora de definirlo o de medirlo. En hombres, por ejemplo, el grado de erección se utiliza para cuantificar el grado de excitación ante una respuesta sexual, mientras que en mujeres las discrepancias entre el nivel de lubricación y su excitación percibida pudieran no coincidir. Y esto ocurre con la excitación, es decir, una variable que es posterior al deseo en el ciclo de respuesta sexual, y en donde podemos decir que el objeto de deseo ya es tangible, tocable. Teóricamente por tanto el deseo es lo que propulsa la excitación, siendo este deseo una emoción compleja, secundaria, una valoración sentimental de diferentes estímulos que vamos recibiendo y computando. Sin este no puede haber nada posterior, es lo que genera expectativa y búsqueda, meternos incluso en líos o situaciones rocambolescas. En su estudio creo que habría que tener en cuenta las diferencias de abordarlo a partir de los roles de género.