Por ello, es realmente importante tener en cuenta el grado de coherencia que tenemos con nuestras obligaciones. ¿Despreciamos profundamente a lo que nos enfrentamos? ¿Estamos realmente motivados ante el reto que tenemos delante? La realidad iría más hacia una escala de grises que a una dicotomía permanente, con lo que dividir las tareas en nuestro gusto por ellas sería el paso previo más importante. Aquellas que nos resulten fáciles irían por más por dejarlas fluir y en aquellas otras que nos desagraden un truco podría ser desmenuzar la tarea en checklists pequeños para de alguna manera nos autoengañemos de que hemos avanzado mucho, y seguir motivándonos para poder terminarlo.