Las personas que ejercen la autoridad suelen cometer una serie de equivocaciones al llevarla a cabo como son las de usar el castigo en vez del refuerzo como proceso motivacional y utilizar el miedo como elemento de control. Además no suelen ser buenos modelos en el desarrollo de su profesión o no les gusta lo que hacen. La crisis económica ha propiciado que empresas y patronos deseen esclavos en vez de trabajadores comprometidos con la empresa.

Han sido múltiples los estudios que han tratado el liderazgo desde diferentes ángulos: rasgos, conductas, personalidad, en función del contexto. El primer estudioso fue K. Lewin quien dividió a los líderes en tres tipos de categorías: autoritarios, democráticos y permisivos.

Para dirigir una empresa con éxito el jefe debe poseer una serie de características. El perfil del jefe tradicional debe evolucionar hacia el liderazgo basado en la inspiración, la empatía y la capacidad de conseguir que el equipo de trabajo lo haga sintiendo que comparte los objetivos de la empresa. Estos puntos anteriores son de vital importancia y los que marcan la diferencia entre ser jefe o ser líder.

El jefe tradicional es el superior, el que tiene el poder de mandar, da órdenes que deben cumplir los empleados sin permitir que sean cuestionadas y se basa en el concepto de autoridad-súbdito. El líder es una persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe, da ejemplo con sus propias acciones, encabeza a sus empleados para conseguir entre todos los mismos objetivos y hace uso de la empatía.

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (20 marzo 2019). Audio cortesía de Jorge Martínez.

El perfil del buen líder

El buen líder es el que sabe ponerse en el lugar de sus subordinados, intenta ser justo en refuerzos y castigos, es un buen ejemplo en su actividad y motiva de forma positiva: cómo, por qué y para qué realizar las tareas. Crea un clima de confianza con las personas.

Por otro lado los subordinados deben aprender, ya desde el entorno familiar y escolar, que hay jerarquías y éstas no excluyen ni el diálogo ni el cumplimiento del deber. Hay una serie de directrices que pueden ayudar a mejorar las relaciones entre un superior y sus subordinados como son el saber en qué posición están por lo que se refiere a los problemas de trabajo o a los conflictos personales, una mayor seguridad laboral donde cada uno sepa las consecuencias de sus conductas, saber aplicar la disciplina de forma racional, aumentarel grado de flexibilidad para poder compaginar la vida familiar y laboral, y los subordinados saber cumplir las órdenes.

Bibliografía:

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– (2012). Nuevo paradigma laboral: desarrollo del talento.

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