Aunque se dispone de mucha información respecto a la homosexualidad, todavía hoy existen creencias erróneas y prejuicios al respecto, no hay más que recordar las declaraciones de los prelados de la Iglesia Católica en contra de dicha conducta «desviada» como si hubiera una sola norma. Ser humano es polimorfo y sus afectos se muestran de múltiples maneras.

No está de más recordar que sexo y sexualidad no tienen el mismo significado. El sexo es la condición orgánica, masculina o femenina, mientras que el concepto de sexualidad comprende tanto el impulso sexual (dirigido al placer, comunicación o reproducción), la relación psicológica con el propio cuerpo (sentirse hombre, mujer o ambos a la vez) y las expectativas de rol social.

Cuando hablamos de la orientación sexual de una persona estamos haciendo referencia a la atracción física hacia otra persona por razón de su sexo (hetero, homo o bisexual) no debiendo confundirla con la identidad sexual que es el rol social que se adopta, sea este el esperado o no por su sexo asignado.

La persona homosexual se siente a gusto con su propio sexo biológico y con todos sus caracteres primarios y secundarios diferenciándose del heterosexual por su orientación u objeto de deseo sexual, y siente preferencia y atracción sexual por personas del mismo sexo. Las mujeres homosexuales reciben el apelativo de lesbianas, aunque el término “gay” se aplica tanto a hombres como a mujeres homosexuales.

León en la Onda con Javier Chamorro y Miguel Ángel Cueto (19 diciembre 2012). Audio cortesía de Nacho Arias.

Actitud ante la homosexualidad

La actitud hacia la homosexualidad ha variado en las diferentes épocas oscilando entre la aceptación (en la antigua Grecia), la tolerancia (en el Imperio romano) y la condena absoluta (en muchas sociedades occidentales y orientales). Afortunadamente en nuestro país se ha avanzado mucho en la extinción de prejuicios contra ella, prejuicios que proceden de su clasificación como enfermedad en el siglo XIX.

Históricamente el alemán Krafft-Ebing la consideró una «degeneración neuropática hereditaria» que supuestamente se agravaba por una excesiva masturbación. Sigmund Freud postuló la existencia de una predisposición constitutiva y la consideró como desviación sexual. Destacó el efecto determinante de experiencias durante la infancia y condicionada por las experiencias homosexuales masculinas durante la adolescencia. Kinsey rebatió la hipótesis de la enfermedad con la publicación de dos estudios sobre el comportamiento sexual en hombres y mujeres. Las pruebas psicológicas realizadas a homosexuales y a heterosexuales mostraron que entre ellos no había aspectos patológicos diferenciadores. Finalmente, en 1973, la Asociación Psiquiátrica Americana (Estados Unidos) eliminó la homosexualidad de su lista de trastornos mentales haciéndolo la OMS en 1980.

En terapia, a veces y generalmente en la adolescencia, nos plantean dudas sobre la orientación o identidad sexual que intentamos explicar que son normales y fruto del proceso de desarrollo o de experiencias. Hay que educar no imponer. Nunca se trata al transexual, gay o lesbiana ni para ‘corregir’ ni para ‘normalizar’, solamente apoyamos para que sepan defenderse con habilidades adecuadas ante ataques sociales prejuiciosos. Lo más frecuente, en consulta, es que les ayudemos, cuando lo demandan, a superar un problema psicológico distinto a su tendencia sexual: ansiedad, fobias, depresión, problemas de relación con la pareja…

¿Qué pensamos cuando vemos a una persona que tiene orientaciones sexuales distintas a las nuestras? ¿Existe cada vez menos discriminación en nuestra sociedad por este motivo?